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martes, 20 de agosto de 2019

Hace 62 años

Hace 62 años se produjo un grave accidente ferroviario cerca de Patagones/Por Carlos Espinosa

VIEDMA Rio Negro 19 Agos(APP).-Hace 62 años, en la tarde del 20 de agosto de 1957, se produjo en cercanías de Carmen de Patagones, el peor accidente dela historia ferroviaria regional, con el terrible saldo de seis muertos, cinco en el momento mismo de la tragedia y uno más algunos días después como consecuencia de la graves heridas sufridas.

El episodio, imborrable en la memoria de los veteranos ferroviarios y los habitantes de estas poblaciones australes, puede ser reconstruido a través de las páginas del periódico La Nueva Era, por la consulta en la hemeroteca del Museo Emma Nozzi de Carmen de Patagones.

En su edición del sábado 24 de agosto de 1957 el citado semanario tituló, a todo lo ancho de su primera plana: “Un accidente ferroviario, sin precedentes en la zona, se registró entre Casás y Cagliero”. Después la bajada dela crónica correspondiente adelantaba que “Cinco personas perecieron a raíz de la catástrofe”, pues más tarde habría de morir la sexta víctima.

El artículo, con una cuidada redacción cuya autoría lamentablemente no hemos podido averiguar, puntualizaba que ”la policía local tuvo conocimiento del hecho a las 14,25 horas, por una comunicación del jefe de la estación Cagliero, que informó que el tren de pasajeros número 45, procedente de Plaza Constitución y que iba para San Carlos deBariloche, había descarrilado en las inmediaciones”.

Las primeras actuaciones policiales, encabezadas por el comisario de Patagones, Isidro Olivares, permitieron establecer (decía La Nueva Era) que el siniestro “había ocurrido a las 13,30, a la altura del kilómetro 780, o sea entre Juan B. Casás y Cardenal Cagliero, antes de llegar a la curva de Salina de la Piedra, lugar peligroso”.

Sobre la sucesión de hechos que determinaron la tragedia el anónimo periodista sostenía que “después de pasar la máquina y otros coches, entre ellos el destinado a comedor, los que seguían a este salieron de la vía tumbándose uno de ellos en forma espectacular. Eran los coche dormitorio”.
“Al parecer, de acuerdo con la opinión de los técnicos, el accidente se debió al mal estado de las vías, pues el convoy en ese momento marchaba a una velocidad no mayor de los cincuenta kilómetros por hora” agregaba la impecable crónica que nos ofrece completa información, más de seis décadas después.
Los datos más lúgubres, y seguramente los más buscados por los ansiosos lectores de La Nueva Era, aparecían en los párrafos siguientes, y eran los referidos a la nómina delos pasajeros de tren 45 que nunca llegarían a destino y habían encontrado la muerte en el marco del bucólico paisaje invernal de la estepa patagónica bonaerense.

Las victimas mortales eran identificadas como el mayor del Ejército Gilberto Gazari, su esposa Iselda Nelly Curzio, y la pequeña Griselda Gazari, de tres años de edad, hija del matrimonio, todos en viaje hacia Bariloche, en donde estaba destinado el oficial militar. Los otros dos fallecidos en el momento del descarrilamiento eran Jacobo Zgaib y su esposa, Honoria Beatriz Berteni, sobre quienes el periódico añadía datos muy trágicos, al indicar que eran una “joven pareja que regresaba a Maquinchao después de cumplir su viaje de luna de miel”.
Los heridos, con lesiones de diverso tipo y gravedad trasladados al hospital de Carmen de Patagones, eran Gilberto Gazari (hijo del oficial fallecido) de tan solo tres meses de edad; Vicente Belvedere, Mauricio Worman, Beatriz Trucman, Félix Almirón, Esther Castaños de Almirón, Julio Alberto Almirón, Mario Barros, Roberto Silva, y Simón E. Jaime, todos ellos de Bariloche; Pascual Falsetti, de José Mármol (Buenos Aires); José Garzula, Marcio Vivas y Ramón Castillo, de Bahía Blanca; el cabo del Ejército José H. Arias, de Río Cuarto (Córdoba) , pero destinado en Bariloche; y Justiniano Alcaraz, de Patagones.
La misma crónica informaba que otros dos heridos, Ismael Jaime y Marta Barros (presumiblemente también domiciliados en Bariloche) fueron conducidos a Bahía Blanca “en avión desde el lugar del accidente”, lo que hace pensar que por la gravedad de las heridas se dispuso el aterrizaje de una aeronave sobre la salina o el trazado de la ruta nacional tres, que por entonces era de tierra.
 
Finalmente la crónica proporcionada los nombres del personal ferroviario, Estelio de Horacio, maquinista, y Héctor Oscar López, foguista, “quienes fueron detenidos en indagación”.
 
En la misma primera plana de La Nueva Era del 24 de agosto de 1957 dos recuadros apuntaban otros detalles referidos al terrible hecho que, muy comprensiblemente, fue el centro de atención y comentario obligado de patagoneses y viedmenses en aquellos días.
Una de esas notas complementarias se titulaba “Tuvieron una eficaz intervención los médicos y personal del Hospital Ana Bernal de Justo” (denominación que tenía por entonces el centro médico de Carmen de Patagones, en su antiguo edificio de calle Lavalle) y puntualizaba los nombres de los profesionales que habían brindado adecuada atención a los heridos: los médicos José Escudero, director del hospital, Pedro Ecay, Antonio A. de la Torre, Augusto Tessari, Juan J. Gutvay, Juan Perio, Fernando Molinari , “y otros a los que se agregaron los médicos que llegaron de la Base Comandante Espora y tres más de San Carlos de Bariloche”, lo cual permitía dimensionar la gravedad de la catástrofe, reclamando la atención simultánea de ese importante número de heridos. 
 
En otra parte se explicaban los movimientos efectuados para el traslado de algunos heridos hacia hospitales de mayor complejidad. Habían colaborado, con tal finalidad, un helicóptero y un avión Catalina de la Armada. 
 
Más abajo La Nueva Era registraba detalles del velatorio de tres de las víctimas fatales –el mayor Gazari, su esposa y su hija- cuyos ataúdes fueron entregados al Distrito Militar 66, de Viedma, donde permanecieron en capilla ardiente hasta la mañana del sábado, cuando un avión del Ejército aterrizó en el aeródromo de Patagones para efectuar el traslado a Buenos Aires. En este apartado se mencionaba, además, que los restos del joven matrimonio Zgaib habían sido retirados del hospital por un amigo personal, Alarico Miguel Milar, quien los llevó a la localidad de Maquinchao para su sepultura.
 
“Circularon exageradas versiones sobre el accidente” titulaba el periódico de Patagones el otro de los recuadros destacados, con referencias a los comentarios que corrieron por calles, oficinas públicas y comercios en las horas inmediatas a la tragedia. Así se mencionaba que el número de muertos se había aumentado hasta nueve (y en la primera publicación se contaban sólo cinco) y también, entrando en detalles truculentos, se relataba que “hasta hubo quien afirmó que uno de los heridos presentaba la amputación de las dos piernas y que pedía a gritos que le pegaran un tiro para terminar con sus sufrimientos” y completaba la nota que “por suerte todo esto no pasó de ser un fruto de la fantasía, aunque de mal gusto”.
 
Finalmente, unas pocas líneas después, se podía leer que “entre los hechos conmovedores del accidente cabe mencionar el del niñito Gilberto Gazari, de tres meses de edad, que en el preciso momento de la catástrofe se encontraba en brazos de la niñera en el coche-dormitorio. Su señor padre, el mayor Gilberto Gazari, había muerto en el acto abrazado a su hijita de tres años, Griselda, como si presintiendo la catástrofe hubiera tratado de salvarla a trueque de su vida”. ¡Y este cronista se saca el sombrero ante el estilo y el vocabulario empleados por el anónimo redactor de La Nueva Era! 
 
En la edición semanal posterior, correspondiente al sábado 31 de agosto de 1957, el mismo periódico informaba sobre el deceso del cabo del Ejército, José Arias, oriundo de Córdoba con asiento en el Batallón de Zapadores de Montaña de Bariloche. Precisaba al respecto que la sexta víctima fatal del tremendo accidente ferroviario había dejado de existir el miércoles 28 de agosto, en horas de la mañana, en el mismo hospital de Patagones donde permanecía internado desde horas después a la tragedia. 
 
Otra de las noticias posteriores al drama, que publicaba La Nueva Era en esa fecha, era el gesto de agradecimiento del jefe de la estación Patagones del Ferrocarril General Roca, cuyo nombre lamentablemente no fue mencionado, en relación a la colaboración prestada por propietarios de vehículos automotores de Cagliero, Casás, Patagones y Viedma que prestaron ayuda solidaria para el traslado de las víctimas, destacando además la atención médica recibida.
 
Esto es todo lo que se ha podido encontrar hasta el momento, en relación con el grave accidente ferroviario del 20 de agosto de 1957. Esta evocación tuvo punto de partida en la publicación, en la página de fabebook “Comarca Patagones-Viedma, un viaje al pasado”, de una foto del siniestro. 

Este cronista reprodujo la nómina de los muertos y heridos tal como apareció en La Nueva Era sin pretender hacer una exhibición morbosa, sólo con la finalidad de ser preciso en la descripción y aportar posibles pistas para la recuperación de otros documentos y, eventualmente, testimonios orales de sobrevivientes de la tragedia o sus descendientes directos, que quizás puedan facilitar el conocimiento de otros detalles.
 
Sería interesante que los historiadores ferroviarios, como el amigo Ariel Scolari de Bahía Blanca, puedan rastrear datos sobre el resultado de la investigación interna del Ferrocarril Roca y la correspondiente causa judicial, acerca de la causa del accidente y si hubo responsabilidad del personal de conducción.

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