Historia de mujeres: las mártires mendocinas de la huelga ferroviaria de 1917
MENDOZA 28 Jul(Diario Uno).-Hay una bandera manchada con sangre. Está guardada desde hace 102 años, como una reliquia. Estuvo oculta en un mausoleo del cementerio de la ciudad de Mendoza durante 66 años y, luego, quedó custodiada en un centro de jubilados. Es el testimonio de uno de las luchas trabajadoras más sangrientas que tuvo la historia de Mendoza.
Hay que remontarse a 1917, al 25 de septiembre. Gobernaba Mendoza Francisco Álvarez, elegido en 1914, a quien apodaban “Pancho Hambre”, debido a la difícil situación económica que existía en la provincia.
Los ferroviarios habían ido a la huelga. Todavía con los trenes en manos de los ingleses, los obreros trabajaban 12 horas, tenían un salario de 39 centavos la hora y sin estabilidad laboral. La huelga fue apoyada por La Fraternidad y La Federación Obrera Argentina.
En su libro “Banderas, balas y Rosas” el historiador Rubén Lloveras repasa ese día de primavera.
Cuenta que Josefina B. de Gómez (23) había llegado temprano a la Federación, acompañando a su marido José Olegario Gómez. Estaba embaraza de 8 meses.
Adela Montaña (27) también esposa de ferroviario, había hecho lo mismo. Ella le daba el pecho a su hijo más chico y había dejado a los otros dos en la escuela.
Ellas y un gran grupo de esposas de obreros, encabezaron la manifestación.
Adelante, Josefina iba con una gran la bandera nacional. Atrás iba Adela, con una bandera roja.
Un grupo de soldados esperaba a los 200 manifestantes. El cabo de artillería Sebastián Camargo, apostado cerca de la esquina de Colón y Belgrano y bajo las ordenes del capitán José María Torres, ordenó prepararse para disparar y abrir fuego.
Las balas de los máuser impactaron a Josefina en el pecho y la boca. La mujer cayó al suelo, envuelta en la bandera. Adela fue alcanzada por un tiro en la cabeza y la sangre salpicó a los que marchaban a su lado. Y los disparos siguieron. El gobernador había ordenado reprimir sin piedad y detener a la máxima cantidad de manifestantes posibles.
El juez federal Pedro T. Lucero ordenó trasladar a las mujeres al hospital San Antonio y realizar la autopsia. Días después falleció también otro obrero, Miguel López, producto de las heridas recibidas.
Las dos mujeres asesinadas fueron veladas en una capilla ardiente que se instaló en la calle Las Heras al 400 y enterradas al día siguiente en el cementerio de la Capital y la bandera argentina, manchada con la sangre de Josefina, fue escondida en el mausoleo de los ferroviarios que recuerda las víctimas de Alpatacal. Allí estuvo hasta 1983, cuando el regreso de la democracia.
Fue así
Que, guardada cuidadosamente, la bandera pasó a quedar custodiada en un centro de jubilados y pensionados ferroviarios, ubicado en la ciudad. Aún hoy está allí, preservando la memoria.
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