El ferrocarril, el patrimonio y la fe
Capilla Nuestra Señora de Pompeya en Rivadavia. / Foto: GentilezaMENDOZA 28 Abr(Los Andes).-Cuando en 1776 se formó el Virreynato del Río de la Plata y las tierras de lo que hoy es Mendoza pertenecían a la Capitanía General de Chile, la Ensenada de Olguín, un pequeño poblado en el camino de postas que unía Mendoza y el sur mendocino a Buenos Aires, ya figuraba en los mapas. San José de Corocorto (La Paz), La Dormida del Negro, Las Catitas, Ensenada de Olguín, Las Ramadas (hoy Rivadavia), los Barriales y Barrancas eran algunos de los pequeños caseríos o postas que formaban parte de ese camino.
Eran parada y resguardo de los viajeros, pero a su vez lugares claves para cruzar el caudaloso río Tunuyán. Con la llegada del ferrocarril en 1908 y la creación de una estación ferroviaria, el lugar tomó como en muchos casos de nuestra Argentina el nombre de la estación ferroviaria.
En este caso en honor a fray Justo Santa María de Oro, congresal sanjuanino de nuestra declaración de Independencia en 1816. Esta estación pertenecía al ramal Rivadavia que comenzaba en Palmira y pasaba por las estaciones Benjamín Matienzo (Barriales), Rodríguez Peña, Medrano, Los Árboles, Andrade, Rivadavia, Santa María de Oro, Philips y Alto Verde.
Este ramal trajo consigo el desarrollo de poblaciones en los alrededores de las estaciones y con ello la necesidad de tener servicios como luz, educación y un lugar donde llevar a cabo los oficios religiosos. Estos oficios para cerca de 1900 eran realizados en un oratorio preparado en la casa de Pedro Molina Henríquez y María Simonovich.
Su casa poseía una amplia galería en el que se había realizado un altar, embellecida por los santos venerados por el vecindario y en el cual se habían colocado bancos y sillas.
El lugar se transformó en lugar de reunión todos los domingos y más aún cuando el párroco oficiaba misa el tercer domingo de cada mes. Más allá de la comodidad del lugar el vecindario soñaba con una capilla, el lugar donde todos fueran dueños.
Se aunaron muchos esfuerzos para llegar a ese cometido, comisiones de trabajo, eventos para compras de material y fue justamente don Pedro Molina Henríquez quien donó los terrenos para edificar el nuevo edificio religioso en un lugar inmejorable, frente a la estación ferroviaria. A la emoción popular se contrapuso la tristeza de que una resolución nacional de la empresa EFEA (la antecesora de Ferrocarriles Argentinos) cerraba parte del ramal por considerarlo deficitario. Las estaciones Alto Verde, Philipps y Santa María de Oro quedaban desafectadas y las vías levantadas. El 10 de junio de 1961 fue la fecha elegida para colocar la piedra fundacional en los terrenos donados, acto que contó con la presencia de autoridades departamentales, provinciales y eclesiásticas entre ellas el arzobispo de Mendoza.
Este día fue de mucho júbilo en el pueblo, los actos fueron amenizados por la Banda Municipal de Rivadavia (hoy banda Blas Blotta) y duraron hasta altas horas de la noche. Levantadas las vías ferroviarias, la estación de trenes tuvo destino, pero el galpón de carga había quedado abandonado. Los vecinos eligieron este lugar para reunirse a rezar y escuchar los sermones de los curas misioneros y del párroco de San Isidro.
El municipio hacía gestiones para quedarse con esos terrenos, cuando un día el encargado dijo “Basta de reuniones”, los vecinos se habían quedado sin oratorio.
Enterado de esto el intendente municipal, acompañado por la policía se hace presente y ordena se habilite el galpón y dispone se reforme, se amplíe, se coloquen ventanas y puertas y se convierta en capilla el viejo galpón. La remodelación contó con la ayuda de muchísimos vecinos. Terminados los trabajos, la municipalidad entregó la flamante capilla al párroco presbítero Ángel Giménez Cano, quien ofició de anfitrión de la inauguración. Estuvieron presentes, el intendente de Rivadavia, Cayetano San Martino, el vicario cooperador Heriberto Ferreyra, el padre misionero José González Cano, miembros del Grupo Rural de padrinos de la capilla, de numerosos vecinos y de monseñor arzobispo de Mendoza Alfonso María Buteler, quien bendijo la capilla y ofició la primera misa.
Fue un 29 de mayo de 1966 y el templo fue puesto bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya.
El terreno donado, donde cinco años antes se había puesto la piedra fundacional y dado que la comunidad había logrado su objetico fue vendido.
Gracias a mucha gente este distrito tiene hoy su hermosa capilla de más de 56 años; entre las personas que ayudaron podemos nombrar a: Hilda Molina de Estrella, Marta Molina de Guevara, María Carmen Friscolanti, Nélida de Sánchez, Alba de Santarelli, Dora Alicia Ruarte, Santiago Romero, Atanasio Otero, José González, Enrique Santarelli, Roberto Sliva, Eduardo Suden, Victorio Pippi, Miguel Onofri, Emilio Catena, Domingo Pichili, Oscar Felici y muchísimos más que pusieron su granito de arena para la concreción del sueño.
La capilla de modesta concepción guarda aún hoy vestigios de su pasado ferroviario. Vaya para los habitantes de Santa María de Oro este homenaje y recuerdo, pero sobre todo para que sea conocido, valorado, cuidado y mejorado este hermoso patrimonio cultural, además de esta forma colaborar con la historia del departamento Rivadavia, en su cumpleaños número 138.
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