Don Roberto Tapia, guarda del ferrocarril que unía la región con Buenos Aires
CIPOLLETTI (Rio Negro) 3 Dic (LMC).-Numerosas historias ferroviarias que se desarrollaron en estas tierras hermanaron a los trabajadores del ferrocarril, asentados en el Alto Valle. Ésta es la historia de uno de ellos.
Don Roberto Tapia, guarda del ferrocarril que unía la región con Buenos Aires
Numerosas historias ferroviarias que se desarrollaron en estas tierras hermanaron a los trabajadores del ferrocarril, asentados en el Alto Valle del Río Negro y Neuquén. Hace cerca de una década, Roberto Tapia nos narró su historia: nació en Chos Malal el 5 de agosto de 1925. Hijo de Ovidio del Carmen Tapia y de Adalgicia Graciela Raimondi. Su padre era un hacendado de nacionalidad chilena que tenía campo en La Salada, localidad cercana a Chos Malal, y que abrió en el pueblo uno de los primeros hoteles y un negocio de ramos generales.
Ovidio y Adalgicia tuvieron, además de Roberto, a Elsa Clotilde, que fuera la esposa de don Ángel Della Valentina (Lito), un recordado intendente de Neuquén, Ataliva Benedicto, Ricardo Justino, Américo Orlando y Vidalva, que murió el mismo día que Ovidio, en 1929.
En 1935 Roberto, su mamá y sus hermanos se mudaron a vivir a Neuquén capital, a una casa en la calle fotheringham. Todos concurrieron a la vieja Escuela Nº 61 cuando funcionaba en calle San Martín esquina Jujuy. La hermana mayor, Elsa, fue becada para estudiar en el Colegio María Auxiliadora de Junín de los Andes.
Don Roberto recordó que su mamá comenzó a trabajar en casas de familia para sostener su vida y la de sus hijos: en la calle Irigoyen se encontraba la casa de la recordada familia Iommi, también moraban, Alfredo de Martín, Moré, Manfredi, Alfredo Osés, Pepe de Martín, Gutiérrez, entre otros que desempeñaban sus tareas en la ciudad.
Ingreso al ferrocarril
Roberto trabajó siendo muy joven en una empresa de Buenos Aires que vino a la ciudad con la construcción de los cuarteles: se desempeñaba en el sector de las instalaciones eléctricas.
En diciembre de 1944 ingresó al ferrocarril. Su jefe era el señor Marchesini. Como peón llamador, Roberto era el que avisaba a los ferroviarios, a domicilio, el turno de trabajo. La notificación se hacía en un talonario. Eran épocas muy buenas, “la de los ingleses”. No nos olvidemos que muchos de los ferroviarios entrevistados dijeron añorar las épocas en que los británicos eran los dueños del ferrocarril, que fuera nacionalizado en época de Perón.
Recuerda entre sus compañeros a Juan Perri (nonno de la autora de esta nota, nacido en Catanzaro, Italia), Heraldo Morales, Félix San Martín, Varesco, Raimondo, Guillermel, Callejo, entre otros.
En 1971 accedió al beneficio del retiro por fallecimiento de su primera esposa, con la que tuvo sus dos hijos mayores: Carlos Roberto y Rubén Omar.
Luego se desempeñó en la Conserjería del Club Pacífico. Allí trabajó alrededor de dos años. En el año 1971 fue llamado por el señor Víctor Eddi para trabajar en el Hotel Cristal de la Avenida Olascoaga: estuvo diez años.
Nacimiento del partido provincial
Don Roberto recordaba que el General Perón lo ayudó mucho porque le reconoció el tiempo de servicio para que quedara efectivo en el ferrocarril: con la nueva legislación, eran nombrados en planta luego de ciento ochenta días de trabajo. También recuerda que los días 17 de octubre, día de la Lealtad Peronista, les daban pasaje en tren gratis para concurrir a los festejos en Buenos Aires.
En los años 60 se afilió al Movimiento Popular Neuquino. Pero Roberto trabajaba anónimamente. “Nunca pedí nada”, afirma, orgulloso. “Trabajábamos por el bien de la provincia”.
Nos cuenta que el partido se formó en la vecina localidad de Cutral Co, porque “el peronismo había caído y entonces don Felipe Sapag, que se desempeñaba como intendente, fundó este Movimiento como una forma de hacer peronismo”.
Compró su terreno en 1954 a la compañía que administraba las tierras en esta capital, Nueva España. Comenzó a construir la casa en el año 1955 del derrocamiento de Perón: en un principio parecía que se iban a suspender los préstamos hipotecarios, pero luego fueron reanudados.
Roberto recuerda con cierta nostalgia cómo Neuquén progresó en los primeros años de la provincialización, en el gobierno de don Alfredo Asmar, quien reemplazara a don Ángel Edelman: “Neuquén era chico, no había peleas de los gremios, ni tomas, ni cortes de calles. Si uno quería hacerse la casa, iba a la Nueva España y compraba la tierra en cuotas”.
Entre las tantas anécdotas que alberga del Neuquén de ayer, Roberto narra que cuando se producía el desborde del río Limay, llegaba hasta las vías del ferrocarril que dividían a la ciudad en dos zonas: el Alto y el Bajo. En 1945, el agua llegó hasta la calle Independencia y la convirtió en un brazo más del río. Aquella crecida fue tan descomunal que a la altura del puente ferroviario el agua arrasaba con todo lo que encontraba a su paso.
Otra curiosidad del Neuquén de ayer que nos relató Roberto fue la presencia, hacia el año 1935, de tranqueras que separaban el Alto del Bajo, ubicadas sobre la Avenida Argentina. Esos dispositivos fueron colocados para que no se desplazaran animales de las zonas más rurales, cercanas al río, hacia las más urbanas y céntricas.
Su familia
En la década del ‘70 conoció en un baile del Club Pacífico a Josefina Barragán, con la que se casó y tuvo dos hijos: Pablo Darío y Sebastián Daniel, que le dieron varios nietos y bisnietos.
Otra historia de vida de la gran cofradía ferroviaria, que enaltecía la vida cotidiana de la ciudad haciéndolos partícipes de la vida social y política de esa ciudad en formación y franco crecimiento.
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