Viva en el Tren Tortuga: 26 horas de Retiro a Tucumán
Crónica.
CAPITAL FEDERAL 5 Jul(Clarin).-A 44 kilómetros por hora, une Buenos Aires con Tucumán. Viva lo abordó para contar sus secretos. Y tardó una eternidad.La Tierra completa su rotación y todavía queda un rato para que el tren que partió de Retiro llegue a Tucumán. Más de un día a bordo y los piedrazos avisan que nos acercamos a zona urbana. Se ven ranchos, casas pobres, no diez mansiones. El coche comedor ofrece medialunas envejecidas. Y aparecen a los costados las carcasas de trenes sin ventanas y con su esplendor oxidado. Por las vías del presente entramos a una estación del pasado.Cuando la locomotora se detiene, parece refunfuñar. El cronómetro marca que tardamos 26 horas y 27 minutos en recorrer 1.157 kilómetros, un viaje que en 1970 demandaba 14 horas y 58 minutos. ¿Qué hemisferios nuevos se han interpuesto entre la partida y el destino? ¿Quién ha ensanchado los husos horarios? ¿Por qué los pasajeros de hoy ven evaporarse 11 horas y 29 minutos más de sus vidas que los de antes, en la misma aventura? Como una formación en maniobras, que avanza y retrocede en busca de su ruta, esta crónica no responde a la lógica de una cronología, pues es de un viaje a 45 kilómetros por hora al que le sobra vértigo.Comienza con un alerta del inspector que recibe los boletos en el andén 8 de Retiro: “¡Apúrense, que lo pierden!”.Los 400 pasajeros agilizan el paso, para subir a vagones verdes abollados que los dejarán atrapados en dos amaneceres y un atardecer en cámara lenta.Nos lleva casi ocho horas llegar a Rosario, cuando en 1926, la locomotora a vapor La Emperatriz cubrió esa distancia en tres horas y 21 minutos. El trayecto, además, es el que iba a cubrir en un suspiro el Tren Bala que prometió Néstor Kirchner y nunca se concretó. Nosotros vamos en un Tren Tortuga. Y pasa de todo:
–¿Se viene el fin? –pregunta una señora elegante a 15 centímetros de mi cara.
–No, recién estamos en Zárate –alcanzo a murmurar.
–Pero yo le pregunto si se viene el fin del mundo –insiste, y me preocupa.
–Nnnno sé, yo voy a Tucumán...
–Ahh, nosotros bajamos en La Banda y de ahí nos vamos a predicar a Charata, Chaco. Somos cinco Testigos de Jehová, estamos en Primera Clase –aclara, y me alivia, mientras me regala una revista sobre el Apocalipsis.
Nuestro pasaje es clase Turista y debe estar entre los más baratos del mundo: 45 pesos, menos que una pizza. Este tren cumple así una función social, al ser accesible para gente que no puede pagar los 1.000 pesos que cuesta el micro. El servicio estuvo interrumpido por malos manejos y se restableció hace 10 años con las prestaciones mínimas. El boleto más caro es el de los camarotes, que sale 400 pesos y es para dos personas. Pero ahí hay sólo 12 lugares y la gente tarda hasta seis meses en conseguirlos.Los pasajes se agotan enseguida, pero el tren va con tres vagones vacíos, donde cabrían 150 pasajeros más. “Es por una reestructuración, quieren hacer todo Pullman y Primera.Esa fue la respuesta de un guarda que se alejaba tras un ojo de buey.“Este vagón ha sido desinfectado, desinsectizado y desratizado”, dice el Certificado de Control de Plagas, firmado tres días antes de la partida. Otro cartel pide “Atención. Estufa. No apoye sus pertenencias”. Pero las señales más inspiradas son las de los baños: rectángulos rojos con siluetas negras de hombres con saco y corbata y señoras con elegantes tailleurs. Son huellas del pasado, cuando por la misma vía circulaba un tren veloz.El viejo tren, a 120 kilómetros por hora. “El Expreso Buenos Aires-Tucumán es una formación bruñida, elegante, única. Creada por técnicos y obreros ferroviarios argentinos. Con aire acondicionado, música ambiental, totalmente alfombrado, informativos a bordo. Comparable a los mejores trenes del mundo y... a sólo 14 horas y 58 minutos de Tucumán”, destacaba, hace 45 años, una guía turística que recibían los pasajeros del Ferrocarril Mitre y en tapa tenía el Obelisco, la Casita de Tucumán y, entre ellos, una locomotora. Es una pieza de colección, que amantes del ferrocarril acercaron a Viva, para llevar en nuestro viaje y poder comparar.“Hemos procurado prever todos los detalles que pueden hacer más agradable y placentero su viaje en este tren –señala el texto antiguo–, gozando de una temperatura ideal, con un suave fondo musical y reconfortantes bebidas a su disposición.” Había whiskies, vinos y bebidas blancas. Hoy, en nuestro coche comedor, no hay agua mineral, sólo Pepsi y Seven Up.“Si usted viaja en dormitorio, dispone de un confortable camarote transformable durante las horas del día en una elegante sala de estar. El Pullman le ofrece mullidos asientos reclinables, luces de lectura y mesitas portátiles para beber una copa, que le traerá un bien surtido bar rodante. El restaurante, totalmente alfombrado, con espejos panorámicos y butacas individuales, es otra sorpresa que le teníamos reservada. Cocina internacional con un ‘chef’ de primera categoría, un ‘maitre’ experimentado, mozos cordiales, finísimos vinos a precios equitativos y deliciosos licores, que invita la casa”, tienta el libro antiguo, publicado por la entonces Secretaría de Obras Públicas y Transporte.Nos toca hoy un menú único: arroz primavera, con arvejas, tomate y jamón; y de plato caliente pollo con papas, más postre casero de chocolate. 85 pesos. A la noche, no queda nada. “Ahh, sí, nos quedaron dos supremas fritas a la provenzal que eran para el personal”, ofrece un mozo. Hay 22 personas que trabajan en el tren, con esmero. Atienden el comedor, limpian los baños, manejan la locomotora y controlan las luces de los vagones.Miguel Ángel Moreno, coleccionista de películas y documentales ferroviarios, recuerda que el cortometraje Un viaje de ensueño muestra el momento dorado de este ferrocarril, que circuló entre 1969 y 1980: “Se lo presenta allí como un lujoso hotel sobre ruedas, un mensajero de acero entre la Capital Federal y la ciudad de San Miguel de Tucumán, el resultado de una acción sin desmayos de los trabajadores ferroviarios y uno de los mejores trenes del mundo”.En aquel tren, que salía tres veces a la semana, se subían 1.200 personas. En el de hoy, que sale lunes y viernes, apenas viaja una tercera parte.“Los argentinos no tenemos razón alguna para envidiar a los grandes trenes europeos, americanos o japoneses. Si nos lo proponemos, podemos tenerlos similares o en grado mejorado”, se esperanzaban por entonces, cuando el tren alcanzaba picos de velocidad de 120 kilómetros por hora, imposible ahora. La guía turística nunca imaginó este presente. Y por eso dejó esta frase: “Sabemos que el clima de confort es contagioso. Es muy probable entonces que el viaje le parezca corto, demasiado corto”.El paisaje no se ve. En un viaje largo, lo mejor suele estar en las postales del recorrido. Pero hay planchas de acrílico opaco sobre las ventanas que impiden ver hacia afuera con nitidez. No hay explicación para este encierro visual, hasta que el tren enfila hacia la estación Rosario Norte y cascotes empiezan a impactar contra la formación. Se hunde la chapa, se astilla el escudo, las paredes se carean y los chicos se asustan.Sol, Yasmín y Nazareno cantan Un beso y una flor, de Nino Bravo, con una guitarra que aguarda afinación. Ellas son de Necochea, terminaron el secundario y emprendieron su primer viaje latinoamericano. Pasarán por Bolivia, Perú, Ecuador y llegarán a Venezuela. Y buscarán vender pan relleno y trufas dulces para generar divisas y no agotar las existencias.“Tiempo nos sobra”, coinciden, con la vida por delante. Sol mira los tonos de la canción en una fotocopia y muestra una leyenda tatuada en su pecho que alienta a seguir, pues reza: “Como aquello que nunca se detiene”.En el mismo vagón, Mariano Correa rasguea su charango, elaborado con el caparazón de una mulita. “Trabajé en la última temporada como guardavidas en un club de Palermo, estuve cerca de quedar efectivo, pero creo que es momento de viajar lejos, al Norte, no sé bien adónde, pero acá tenés un buen rato para pensar el destino final”, comenta, mientras ensaya ¿Qué ves?, de Divididos.Mateo y José desafían a los enviados de Viva con una guitarra más rockera, que tienen el logo de La Renga y la cara del Che. Tocamos en conjunto Sólo le pido a Dios, de León Gieco, y La llave, de Abel Pintos. No despertamos aplausos, aunque sí curiosidad. En lo que dura el viaje, se podrían cantar 520 canciones.En esa pequeña eternidad de 26 horas y 27 minutos, también se podrían jugar 18 partidos de fútbol; o cocinar 40 bizcochuelos; o ir a Nueva York en avión, escuchar un concierto de jazz de Woody Allen, dar una vuelta al trote en el Central Park y volver a Ezeiza, con margen para llegar al Centro en el colectivo 86.Mirta de Madrid y Gladys Santibáñez conversan y entretienen a dos nenas, que van y vienen por los vagones. “El precio nos decidió a venir en tren, el tema es conseguir los boletos, se forman colas larguísimas, como pasó para estas vacaciones de invierno”, cuenta Gladys.Impreso en el pasaje, un renglón advierte sobre “posibles demoras por mejoramiento de vías”. Pero, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo en España, donde se devuelve dinero cuando los trenes se atrasan, aquí se aclara que “no se devolverá el importe del pasaje adquirido en caso de que opere la cancelación de un servicio o se registre un atraso mayor a las dos horas cuando las causas no fueran atribuibles a la empresa”.La “empresa” es el Estado. Se llama aquí Operadora Ferroviaria Trenes Argentinos y se reserva el derecho de admisión de “personas en estado de ebriedad o bajo influencia de drogas o estupefacientes; y personas que transporten armas o sustancias inflamables”. Carteles caseros advierten también que está prohibido “cargar el celular” y desplegar “juegos de azar” en el coche comedor, limitación que no corre en los vagones, donde una pareja juegan su décimo chinchón.“¡Qué viaje cansador!”, comentan dos señoras en uno de los baños, que pese a los esfuerzos del que los limpia, van oliendo peor y peor. Suena un teléfono y la mamá atiende risueña a su hijo: “Pará de cargarme, Ezequiel, te digo en serio que llego mañana, son más de 20 horas, esto no es una escapada a Mar del Plata”.Caminar a la medianoche entre la locomotora y los furgones es no encontrar dos vagones con la misma temperatura. Algunos pasajeros andan en remera, otros se tapan con frazadas, solo unos pocos se concentran en leer, bajo un débil haz de luz.El delantero centro fue asesinado al atardecer, novela negra del español Manuel Vázquez Montalbán, va dejando capítulos en Gálvez, Rafaela, Ceres, Pinto y Colonia Dora.Ya rozamos tres provincias, Buenos Aires, Santa Fe y Santiago del Estero. La noche es eterna, pero mejora en La Banda, con la línea naranja en el horizonte que anuncia el amanecer y los pintorescos voceos de los vendedores: “Rosquete”, “empanadilla”, “tortilla”, “quesillos”.La familia Silva, papá Mario, mamá Gabriela y los niños Tobías y Matías, se despabila con mate. Llegarán a la estación y seguirán a Catamarca, a cuidar a la abuela. Los mozos de adelante están cancheros en calentar biberones.Despertar en el tren a Tucumán es presentir que el viaje anotará una experiencia inolvidable.Hay señal en el teléfono, entran por Twitter las noticias del diario La Gaceta. Una se titula: “Un tren japonés que levita alcanza los 589 kilómetros por hora”.El nuestro es el único sobreviviente de los trenes imparables en el pasado, como, además del “Expreso”, el “Estrella del Norte”, el “Mixto”, el “Panamericano”, “El Cinta de Plata”, “El Norteño” y “El Tucumano”.Por tramos, al costado de la vía, se ven durmientes de hormigón prontos a ser colocados, en especial entre Retiro y Rosario. Cuando los coloquen, el Tren Tortuga será un ágil Caracol.Llegamos por fin a Tucumán. Ha pasado el tiempo en el que un atleta podría transpirar 12 maratones, o hasta cuatro un corredor amateur.Desembarcamos en la ciudad donde esta semana se festeja el 199 aniversario de la Independencia. En un país que organiza sus políticas mirando de reojo el Sistema Métrico Decimal, quizá se haya iniciado, con el Bicentenario a la vista, la cuenta regresiva para arreglar el tren.Tal vez traigan vagones chinos, porque los talleres tucumanos de Tafí Viejo, que iban a reavivar la industria ferroviaria nacional, no tienen el nivel de actividad necesaria para fabricarlos. Eso va lento.
Crónica.
CAPITAL FEDERAL 5 Jul(Clarin).-A 44 kilómetros por hora, une Buenos Aires con Tucumán. Viva lo abordó para contar sus secretos. Y tardó una eternidad.La Tierra completa su rotación y todavía queda un rato para que el tren que partió de Retiro llegue a Tucumán. Más de un día a bordo y los piedrazos avisan que nos acercamos a zona urbana. Se ven ranchos, casas pobres, no diez mansiones. El coche comedor ofrece medialunas envejecidas. Y aparecen a los costados las carcasas de trenes sin ventanas y con su esplendor oxidado. Por las vías del presente entramos a una estación del pasado.Cuando la locomotora se detiene, parece refunfuñar. El cronómetro marca que tardamos 26 horas y 27 minutos en recorrer 1.157 kilómetros, un viaje que en 1970 demandaba 14 horas y 58 minutos. ¿Qué hemisferios nuevos se han interpuesto entre la partida y el destino? ¿Quién ha ensanchado los husos horarios? ¿Por qué los pasajeros de hoy ven evaporarse 11 horas y 29 minutos más de sus vidas que los de antes, en la misma aventura? Como una formación en maniobras, que avanza y retrocede en busca de su ruta, esta crónica no responde a la lógica de una cronología, pues es de un viaje a 45 kilómetros por hora al que le sobra vértigo.Comienza con un alerta del inspector que recibe los boletos en el andén 8 de Retiro: “¡Apúrense, que lo pierden!”.Los 400 pasajeros agilizan el paso, para subir a vagones verdes abollados que los dejarán atrapados en dos amaneceres y un atardecer en cámara lenta.Nos lleva casi ocho horas llegar a Rosario, cuando en 1926, la locomotora a vapor La Emperatriz cubrió esa distancia en tres horas y 21 minutos. El trayecto, además, es el que iba a cubrir en un suspiro el Tren Bala que prometió Néstor Kirchner y nunca se concretó. Nosotros vamos en un Tren Tortuga. Y pasa de todo:
–¿Se viene el fin? –pregunta una señora elegante a 15 centímetros de mi cara.
–No, recién estamos en Zárate –alcanzo a murmurar.
–Pero yo le pregunto si se viene el fin del mundo –insiste, y me preocupa.
–Nnnno sé, yo voy a Tucumán...
–Ahh, nosotros bajamos en La Banda y de ahí nos vamos a predicar a Charata, Chaco. Somos cinco Testigos de Jehová, estamos en Primera Clase –aclara, y me alivia, mientras me regala una revista sobre el Apocalipsis.
Nuestro pasaje es clase Turista y debe estar entre los más baratos del mundo: 45 pesos, menos que una pizza. Este tren cumple así una función social, al ser accesible para gente que no puede pagar los 1.000 pesos que cuesta el micro. El servicio estuvo interrumpido por malos manejos y se restableció hace 10 años con las prestaciones mínimas. El boleto más caro es el de los camarotes, que sale 400 pesos y es para dos personas. Pero ahí hay sólo 12 lugares y la gente tarda hasta seis meses en conseguirlos.Los pasajes se agotan enseguida, pero el tren va con tres vagones vacíos, donde cabrían 150 pasajeros más. “Es por una reestructuración, quieren hacer todo Pullman y Primera.Esa fue la respuesta de un guarda que se alejaba tras un ojo de buey.“Este vagón ha sido desinfectado, desinsectizado y desratizado”, dice el Certificado de Control de Plagas, firmado tres días antes de la partida. Otro cartel pide “Atención. Estufa. No apoye sus pertenencias”. Pero las señales más inspiradas son las de los baños: rectángulos rojos con siluetas negras de hombres con saco y corbata y señoras con elegantes tailleurs. Son huellas del pasado, cuando por la misma vía circulaba un tren veloz.El viejo tren, a 120 kilómetros por hora. “El Expreso Buenos Aires-Tucumán es una formación bruñida, elegante, única. Creada por técnicos y obreros ferroviarios argentinos. Con aire acondicionado, música ambiental, totalmente alfombrado, informativos a bordo. Comparable a los mejores trenes del mundo y... a sólo 14 horas y 58 minutos de Tucumán”, destacaba, hace 45 años, una guía turística que recibían los pasajeros del Ferrocarril Mitre y en tapa tenía el Obelisco, la Casita de Tucumán y, entre ellos, una locomotora. Es una pieza de colección, que amantes del ferrocarril acercaron a Viva, para llevar en nuestro viaje y poder comparar.“Hemos procurado prever todos los detalles que pueden hacer más agradable y placentero su viaje en este tren –señala el texto antiguo–, gozando de una temperatura ideal, con un suave fondo musical y reconfortantes bebidas a su disposición.” Había whiskies, vinos y bebidas blancas. Hoy, en nuestro coche comedor, no hay agua mineral, sólo Pepsi y Seven Up.“Si usted viaja en dormitorio, dispone de un confortable camarote transformable durante las horas del día en una elegante sala de estar. El Pullman le ofrece mullidos asientos reclinables, luces de lectura y mesitas portátiles para beber una copa, que le traerá un bien surtido bar rodante. El restaurante, totalmente alfombrado, con espejos panorámicos y butacas individuales, es otra sorpresa que le teníamos reservada. Cocina internacional con un ‘chef’ de primera categoría, un ‘maitre’ experimentado, mozos cordiales, finísimos vinos a precios equitativos y deliciosos licores, que invita la casa”, tienta el libro antiguo, publicado por la entonces Secretaría de Obras Públicas y Transporte.Nos toca hoy un menú único: arroz primavera, con arvejas, tomate y jamón; y de plato caliente pollo con papas, más postre casero de chocolate. 85 pesos. A la noche, no queda nada. “Ahh, sí, nos quedaron dos supremas fritas a la provenzal que eran para el personal”, ofrece un mozo. Hay 22 personas que trabajan en el tren, con esmero. Atienden el comedor, limpian los baños, manejan la locomotora y controlan las luces de los vagones.Miguel Ángel Moreno, coleccionista de películas y documentales ferroviarios, recuerda que el cortometraje Un viaje de ensueño muestra el momento dorado de este ferrocarril, que circuló entre 1969 y 1980: “Se lo presenta allí como un lujoso hotel sobre ruedas, un mensajero de acero entre la Capital Federal y la ciudad de San Miguel de Tucumán, el resultado de una acción sin desmayos de los trabajadores ferroviarios y uno de los mejores trenes del mundo”.En aquel tren, que salía tres veces a la semana, se subían 1.200 personas. En el de hoy, que sale lunes y viernes, apenas viaja una tercera parte.“Los argentinos no tenemos razón alguna para envidiar a los grandes trenes europeos, americanos o japoneses. Si nos lo proponemos, podemos tenerlos similares o en grado mejorado”, se esperanzaban por entonces, cuando el tren alcanzaba picos de velocidad de 120 kilómetros por hora, imposible ahora. La guía turística nunca imaginó este presente. Y por eso dejó esta frase: “Sabemos que el clima de confort es contagioso. Es muy probable entonces que el viaje le parezca corto, demasiado corto”.El paisaje no se ve. En un viaje largo, lo mejor suele estar en las postales del recorrido. Pero hay planchas de acrílico opaco sobre las ventanas que impiden ver hacia afuera con nitidez. No hay explicación para este encierro visual, hasta que el tren enfila hacia la estación Rosario Norte y cascotes empiezan a impactar contra la formación. Se hunde la chapa, se astilla el escudo, las paredes se carean y los chicos se asustan.Sol, Yasmín y Nazareno cantan Un beso y una flor, de Nino Bravo, con una guitarra que aguarda afinación. Ellas son de Necochea, terminaron el secundario y emprendieron su primer viaje latinoamericano. Pasarán por Bolivia, Perú, Ecuador y llegarán a Venezuela. Y buscarán vender pan relleno y trufas dulces para generar divisas y no agotar las existencias.“Tiempo nos sobra”, coinciden, con la vida por delante. Sol mira los tonos de la canción en una fotocopia y muestra una leyenda tatuada en su pecho que alienta a seguir, pues reza: “Como aquello que nunca se detiene”.En el mismo vagón, Mariano Correa rasguea su charango, elaborado con el caparazón de una mulita. “Trabajé en la última temporada como guardavidas en un club de Palermo, estuve cerca de quedar efectivo, pero creo que es momento de viajar lejos, al Norte, no sé bien adónde, pero acá tenés un buen rato para pensar el destino final”, comenta, mientras ensaya ¿Qué ves?, de Divididos.Mateo y José desafían a los enviados de Viva con una guitarra más rockera, que tienen el logo de La Renga y la cara del Che. Tocamos en conjunto Sólo le pido a Dios, de León Gieco, y La llave, de Abel Pintos. No despertamos aplausos, aunque sí curiosidad. En lo que dura el viaje, se podrían cantar 520 canciones.En esa pequeña eternidad de 26 horas y 27 minutos, también se podrían jugar 18 partidos de fútbol; o cocinar 40 bizcochuelos; o ir a Nueva York en avión, escuchar un concierto de jazz de Woody Allen, dar una vuelta al trote en el Central Park y volver a Ezeiza, con margen para llegar al Centro en el colectivo 86.Mirta de Madrid y Gladys Santibáñez conversan y entretienen a dos nenas, que van y vienen por los vagones. “El precio nos decidió a venir en tren, el tema es conseguir los boletos, se forman colas larguísimas, como pasó para estas vacaciones de invierno”, cuenta Gladys.Impreso en el pasaje, un renglón advierte sobre “posibles demoras por mejoramiento de vías”. Pero, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo en España, donde se devuelve dinero cuando los trenes se atrasan, aquí se aclara que “no se devolverá el importe del pasaje adquirido en caso de que opere la cancelación de un servicio o se registre un atraso mayor a las dos horas cuando las causas no fueran atribuibles a la empresa”.La “empresa” es el Estado. Se llama aquí Operadora Ferroviaria Trenes Argentinos y se reserva el derecho de admisión de “personas en estado de ebriedad o bajo influencia de drogas o estupefacientes; y personas que transporten armas o sustancias inflamables”. Carteles caseros advierten también que está prohibido “cargar el celular” y desplegar “juegos de azar” en el coche comedor, limitación que no corre en los vagones, donde una pareja juegan su décimo chinchón.“¡Qué viaje cansador!”, comentan dos señoras en uno de los baños, que pese a los esfuerzos del que los limpia, van oliendo peor y peor. Suena un teléfono y la mamá atiende risueña a su hijo: “Pará de cargarme, Ezequiel, te digo en serio que llego mañana, son más de 20 horas, esto no es una escapada a Mar del Plata”.Caminar a la medianoche entre la locomotora y los furgones es no encontrar dos vagones con la misma temperatura. Algunos pasajeros andan en remera, otros se tapan con frazadas, solo unos pocos se concentran en leer, bajo un débil haz de luz.El delantero centro fue asesinado al atardecer, novela negra del español Manuel Vázquez Montalbán, va dejando capítulos en Gálvez, Rafaela, Ceres, Pinto y Colonia Dora.Ya rozamos tres provincias, Buenos Aires, Santa Fe y Santiago del Estero. La noche es eterna, pero mejora en La Banda, con la línea naranja en el horizonte que anuncia el amanecer y los pintorescos voceos de los vendedores: “Rosquete”, “empanadilla”, “tortilla”, “quesillos”.La familia Silva, papá Mario, mamá Gabriela y los niños Tobías y Matías, se despabila con mate. Llegarán a la estación y seguirán a Catamarca, a cuidar a la abuela. Los mozos de adelante están cancheros en calentar biberones.Despertar en el tren a Tucumán es presentir que el viaje anotará una experiencia inolvidable.Hay señal en el teléfono, entran por Twitter las noticias del diario La Gaceta. Una se titula: “Un tren japonés que levita alcanza los 589 kilómetros por hora”.El nuestro es el único sobreviviente de los trenes imparables en el pasado, como, además del “Expreso”, el “Estrella del Norte”, el “Mixto”, el “Panamericano”, “El Cinta de Plata”, “El Norteño” y “El Tucumano”.Por tramos, al costado de la vía, se ven durmientes de hormigón prontos a ser colocados, en especial entre Retiro y Rosario. Cuando los coloquen, el Tren Tortuga será un ágil Caracol.Llegamos por fin a Tucumán. Ha pasado el tiempo en el que un atleta podría transpirar 12 maratones, o hasta cuatro un corredor amateur.Desembarcamos en la ciudad donde esta semana se festeja el 199 aniversario de la Independencia. En un país que organiza sus políticas mirando de reojo el Sistema Métrico Decimal, quizá se haya iniciado, con el Bicentenario a la vista, la cuenta regresiva para arreglar el tren.Tal vez traigan vagones chinos, porque los talleres tucumanos de Tafí Viejo, que iban a reavivar la industria ferroviaria nacional, no tienen el nivel de actividad necesaria para fabricarlos. Eso va lento.
Foto © Milan Dimitri
Un nuevo tren gastronómico circulará en las sierras bonaerenses
TANDIL 5 Jul(Telam).-Recorrerá los paisajes serranos de la localidad bonaerense de Tandil a partir del próximo sábado como una nueva forma de servicio ferroviario temático, que unirá la estación ferroviaria de la ciudad con las de Gardey y Vela, informaron voceros de la municipalidad.Se trata del Tren Turístico de la Independencia, que viene a sumarse a una iniciativa novedosa a nivel nacional, que combina el servicio ferroviario con los servicios gastronómicos, como el Tren Cervecero y el Tren Gastronómico, realizados semanas atrás a partir de iniciativas públicas y privadas, con el acompañamiento de la empresa Ferrobaires.El director de Turismo de Tandil, Alejandro Bonadeo, se entrevistó en la sede central de la empresa estatal con su administrador general, Antonio Maltana, con quien trató diversos temas de interés conjunto y delinearon una agenda a futuro de posibles actividades.Los funcionarios trataron algunos detalles del servicio del Tren turístico, que el sábado 11 contará con actividades alegóricas al día de la Independencia, tanto en Gardey como Vela, cuando realice sus típicas paradas.En Gardey, en la vieja escuela y en la plaza San Martín, se realizarán actividades recreativas, con el acompañamiento de la Delegación, y la comunidad, con una Banda del Ejército Argentino en tanto que los visitantes podrán ser agasajados con el tradicional chocolate.En María Ignacia -estación Vela-, además se realizará una muestra de la Feria de Sabores junto a peña folclórica en la que bailarán los vecinos y los que lleguen en el tren, detallaron los organizadores.Los pasajes para el servicio ferroviario no cuentan con costo adicional al recorrido ya tradicional (20 pesos) y se expenderán desde el lunes en la estación ferroviaria.En el encuentro con Maltana, se avanzó también en la posibilidad de brindar en la estación ferroviaria tandilense servicio gastronómico, conjuntamente con la conformación de un punto de atención turística y la generación de una muestra ferroviaria permanente.Los funcionarios también buscan definir acciones promocionales turísticas de la ciudad serrrana que se pueden divulgar en las estaciones donde tiene locales la empresa estatal provincial Ferrobaires.Maltana resaltó el trabajo mancomunado entre el Municipio y la Provincia enmarcado en todas las propuestas desde Tandil por el intendente Miguel Lunghi y destacó la importancia de haber sido parte como empresa de la Semana del Turismo Tandilense a partir del Tren Turístico Gastronómico.
Al fin del mundo en tren
CORDOBA 5 Jul(La Voz).-La estación (también llamada “del Fin del Mundo”) del Ferrocarril Austral Fueguino, o el Tren del Fin del Mundo, como lo llaman, está a 11 kilómetros de Ushuaia, por la ruta nacional 3, adentrándose en el Parque Nacional Tierra el Fuego.on frío, nieve, viento, lluvia o sol, todos los días salían, se subían a los vagones donde eran engrillados y partían hacia el bosque a trabajar. Duro trabajo el de leñador, sobre todo con las inclemencias del clima, pero allá iban, contentos, porque esas salidas eran lo más parecido a la libertad que podían vivir.Eran los presidiarios de la Cárcel del Fin del Mundo, que subían al Tren del Fin del Mundo, para ir a buscar la leña necesaria para calefacción, para cocinar y para generar electricidad. Le decían el “tren de los presos” y es una de las excursiones que no se pueden dejar de hacer en Ushuaia.La estación (también llamada “del Fin del Mundo”) del Ferrocarril Austral Fueguino, o el Tren del Fin del Mundo, como lo llaman, está a 11 kilómetros de Ushuaia, por la ruta nacional 3, adentrándose en el Parque Nacional Tierra el Fuego.Con puntualidad europea, el convoy de trocha angosta, con locomotoras a vapor y cómodos y vidriados vagones, parte de la estación por el mismo recorrido que hacían los presos, hace más de 100 años.La formación se interna en el Cañadón del Toro, sigue el zigzagueante curso del río Pipo, por un valle de una belleza impactante, entre bosques de lengas donde aún quedan los restos de los árboles talados por los presos. En medio de esa postal blanca, se ven tropillas de caballos de largos pelos que escarban con sus cascos la nieve en busca de los pastos tiernos.Hay una primera parada, en la Cascada Macarena, donde es posible descender del tren y hacer trabajar a destajo las cámaras fotográficas. Los paisajes son increíbles.El viaje continúa por unos dos kilómetros más hasta la estación Parque, donde termina su ruta. El recorrido del tren es de 14 kilómetros en total, siete de ida y otros tantos de vuelta.Allí, en estación Parque, la locomotora se desprende de los vagones, gira y se ubica en el otro extremo, en sentido contrario, para iniciar el viaje de regreso.Una alternativa, la que se adoptó, es continuar por tierra hacia la bahía Lapataia, donde está el cartel mencionado al comienzo de la nota que marca el fin de la ruta 3 y el punto más austral del continente. La foto obligada es esa, al lado del cartel.
Danza con lobos
Otro paseo recomendable para disfrutar del sur extremo, es Valle de Lobos, a 19 kilómetros de Ushuaia, por la ruta nacional 3, a poco de superar el centro de esquí de Cerro Castor.
Al llegar, le saldrá al encuentro un hombre barbado, de sonrisa rápida y gestos amables. Él, en sí mismo, es digno de ser conocido. Se trata de un personaje, de apellido Curuchet y de apodo, Gato.Obviamente, la pregunta obligada es si tiene algún parentesco como los Curuchet de Córdoba. Bueno, sí; es primo de los ciclistas y sobrino de Alfredo “Cuqui” Curuchet, el abogado asesinado por la triple A. Desconoce si es pariente del otro Curuchet famoso por estos lados, Eduardo, el exlocutor y periodista.¿Y qué se puede hacer en Valle de Lobos? Bueno, es un sitio para disfrutar de la nieve, de varias maneras. El principal atractivo son los paseos en trineos tirados por magníficos ejemplares de Siberian Huskies y Alaskan Huskies, perros de trineo usados como medio de locomoción por pueblos originarios, como los Inuits (esquimales) en Alaska. Al margen de esta actividad, y en base a una experiencia familia, el Gato Curuchet pone los perros a disposición para aplicar técnicas de zooterapia. Emociona escuchar el relato del Gato sobre esas vivencias.También se pueden realizar caminatas en la nieve con raquetas y paseos al volante de los vehículos Commander 4X4. Pero, luego del frío y de la nieve, viene un reconfortante final con un cordero asado o uno de los mentados guisos del Gato, en el Bodegón. Aproveche la oportunidad y hágalo hablar sobre el primer sudamericano en correr la última Iditarod, la gran carrera de 1.800 kilómetros en Alaska, que no es otro que él mismo. Y también de la fuerte experiencia del trabajo de los perros con niños discapacitados; de las vivencias en el extremo sur del país, y de cosas de la vida. Vale la pena,
El faro del fin de mundo
Y estando en Ushuaia, no puede faltar la navegación por el canal de Beagle, en un catamarán que lo llevará por el borde exacto de la línea imaginaria entre Argentina y Chile, hasta la isla de los Lobos, la isla de los Pájaros y el faro Les Eclaireurs, al que muchos erróneamente llaman “del Fin del Mundo”.El auténtico Faro del Fin del Mundo está ubicado en la Isla de los Estados, funcionó entre 1884 y 1902 y fue reconstruido y puesto en servicio nuevamente en 1998. El de Les Eclaireurs, que es el que se visita, está en funcionamiento desde 1920. En la isla de los Lobos el barco se acerca a la costa para que, desde cubierta, los turistas tengan una vista clara de los ejemplares de lobos marinos. Pero hay que ser respetuosos con los animales en su hábitat natural y se recomienda guardar silencio.En la isla de los Pájaros, también de cerca y en silencio, se pueden ver cormoranes, Magallánicos e Imperiales, y otras aves del tamaño de una gallina y plumaje blanco. Son palomas antárticas, que en invierno viajan los 1.000 kilómetros que separan el continente de la Antártida y comparten la isla con los cormoranes.Al regreso, si tiene suerte, podrá ver una de las puestas de sol más maravillosa que se pueda imaginar y la ciudad de Ushuaia que comienza a iluminarse. Final de película.
Lo que hay que saber
Cómo llegar. Con LAN, vía Buenos Aires. La tarifa Córdoba / Buenos Aires / Ushuaia es desde $ 4.912.
Alojamiento:
Las Hayas Ushuaia Resort, 5*, habitación estándar, $ 1.200 por persona, por noche, base habitación doble.Family plan, categoría Junior Suite, base doble, por persona, $ 1.413. Se alojan dos adultos y dos menores de 12 años (sin cargo). En ambos casos, tarifas válidas hasta el 15 de octubre, incluye WiFi, desayuno bufet y libre acceso al spa y fitness (www.lashayas.com.ar)La cadena Tremun Hoteles tiene otro establecimiento en Ushuaia, Los Acebos, ubicado a pocos metros de Las Hayas, un hotel 4* que está siendo reinaugurado por estos días (www.losacebos.com.ar). Si tiene que hacer una noche en Buenos Aires, el Buenos Aires Grand Hotel, avenida Las Heras 1745, Recoleta, es una excelente opción por su cercanía con Aeroparque. Tarifa por noche, habitación doble, desde $ 1.450 (en julio).
Excursiones:
Navegación a islas de Lobos, de los Pájaros y faro: $ 600 (no incluye tasa de puerto ni traslados al muelle).
Tren del Fin del Mundo y Parque Tierra del Fuego: $ 1.000 (no incluye entrada al parque). www.tolkeyenpatagonia.com
Tren del Fin del Mundo: viaje ida y vuelta (14 km), $ 400 por persona.
Valle de Lobos:
Excursión en Commander 4x4, por persona, $ 400; paseo en trineo, $ 500 por persona www.valledelobos.com
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