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viernes, 26 de enero de 2018

El Subte Porteño

Las horas pico del subte se contradicen con las establecidas por el Gobierno

CAPITAL FEDERAL 26 Ene(La Nacion).-Son las 16 de un caluroso martes de enero y una multitud de personas espera ansiosa en el andén a Juan Manuel de Rosas de la estación Carlos Pellegrini de la línea B. Ya pasaron cuatro minutos desde el último tren y no hay señal que indique el tiempo de espera para el próximo. Se escuchan los respiros quejosos de los usuarios que se aproximan al televisor para confirmar que el servicio funciona con normalidad. La temperatura asciende y los usuarios se colocan delante de un ventilador metálico colgado en techo para recibir el aire renovado que se mezcla con el olor a basura impregnado en el ambiente.


Una luz roja se asoma en el túnel y la gente avanza con satisfacción hacía la línea amarilla. Se trata de un subte vacío con el número 6063 que ilusiona a los usuarios y sigue de largo. Los insultos cargados de frustración interrumpen el silencio y agregan una capa más de caos a la demora.

Cuando por fin llega otro coche, la gente se abalanza sobre el andén y presiona con fuerzas para asegurarse un lugar dentro del vagón. Ingresan con las mochilas en el pecho a un paso acelerado. Sus codos puntiagudos como armas de guerra intentan resguardar al menos una fracción del espacio. El esfuerzo es en vano. Nadie se salva del los golpes involuntarios. Los pasajeros se acomodan irritados entre empujones y pisoteos, y el sudor se transforma en el principal enemigo de la intimidad. Las puertas se cierran y comienza el viaje.

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