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jueves, 1 de octubre de 2020

Roger Davies

Roger Davis: el galés apasionado por los trenes que hizo historia en Argentina

De joven trabajó en las Islas Malvinas, donde conoció a su esposa, quien enseñaba español en una escuela.

En Ushuaia diseñó el Ferrocarril Austral Fueguino.

 Roger Davis tiene 80 años y actualmente reside en Parque Chacabuco, Capital Federal (Jonatan Moreno/Crónica).

BUENOS AIRES 1 Oct(Cronica).-Dicen que la vida se vive una sola vez y hay que vivirla a pleno, consigna que tomó como premisa a largo de todo su derrotero Roger Davis, un galés de 80 años radicado hoy en el barrio porteño de Parque Chacabuco, pero nómade desde siempre.

Diseñador de trenes, como el del “Fin del Mundo” en Ushuaia. Vivió en un barco y construyó muchos, que navegaron por los canales del Reino Unido. Trabajó en las Islas Malvinas pocos años antes de la guerra y conoció en ese lugar a Teresa Cañas, el amor de su vida.

Pero, la verdad, esta síntesis se queda demasiado corta para intentar explicar las venturas que faltan contar sobre este hombre, quien repasó en diálogo con “Crónica” su vida, que hoy lo tiene trabajando en un taller al lado de su casa, en donde se dedica a la reparación de partes de autos antiguos.

“Mi papá quería que entre en su negocio de carnes, pero a mí me gustaba la mecánica. Veía las locomotoras a vapor y los barcos, la gente estudiaba la revolución industrial y yo siempre quise eso”, rememora Roger, quien recuerda su infancia y adolescencia en Clydach, una pequeña localidad al sur de Gales que él define como: “Una linda parte del mundo, de mucha agua, chiquitos fabricadores y hermosas montañas”.

Roger Davis tiene el taller en su casa (Jonatan Moreno/Crónica).

El comienzo de sus viajes y del gran amor


Roger siguió su corazón y no el mandato familiar, por lo que se inclinó por estudiar para ser Técnico Mecánico, título que obtuvo a sus jóvenes 22 años y que le permitió comenzar a trabajar y viajar lejos de casa. Primero, para trabajar en túneles por debajo del curso de los ríos, en países como Bélgica y Francia, pero que sería solo el comienzo, antes del viaje que cambiaría para siempre su destino. Y el de Teresa, también.

“Me gustaba mucho mi trabajo, pero también quería hacer cosas diferentes. Un contacto mío me dijo si quería trabajar en las Islas Malvinas, para trabajar en la construcción de una pista de asfalto en el Aeropuerto de Puerto Stanley, donde tuvimos que levantar la vieja pista de aluminio y yo tenía que supervisar y mantener la cantera”, explica el galés.

Una de las máquinas con las que trabaja (Jonatan Moreno/Crónica).

Fue en ese sitio, en 1975, en donde Roger conoció a Teresa, una argentina pionera en su rubro, por ser la primera maestra de español enviada al archipiélago para enseñar en una escuela de allá, que viajó junto a su hermana con la intención de quedarse algunos meses para realizar sus labores como docente.

Roger recuerda que eran vecinos y que fue la hermana de Teresa quien los presentó. “Un día la invité a comer y después salíamos a caminar juntos, fueron nueve meses que estuvimos juntos hasta que por decisión de Teresa nos fuimos a la ciudad de Buenos Aires a casarnos”, explicó.

La vida en los canales

Después de un tiempo más en Malvinas, Roger culminó con su trabajo y Teresa también, por lo que juntos emprendieron un viejo anhelo del galés, que encontró la compañía fiel de su esposa y se trataba de recorrer en barco los canales del Reino Unido.

La ciudad inglesa de Stratford, cercana a Birmingham y en donde nació William Shakespeare, fue el sitio elegido por la pareja para establecerse en un barco, en donde iniciaron una nueva vida, que tuvo a Roger como constructor de barcos para la navegación de canales.

“Al final no tuvimos tanto tiempo para poder recorrer todo lo queríamos recorrer de tanto trabajo que teníamos, pero disfrutamos mucho esos ocho años”, recuerda Teresa, mientras que Roger asegura que, lavida en un barco en el día a día, es una “vida que se lleva normal, como en una casa”.

La llegada a Argentina, tierra firme

La inquietud de Roger por seguir recorriendo otros lugares hizo que ese ciclo maravilloso en Inglaterra concluyera. “Él sentía que ya no tenía más nada que hacer en Europa y que Argentina era el lugar para seguir”, subraya Teresa. En el regreso de la democracia y en plena “Primavera alfonsinista”, el año 1983 fue el escogido por la pareja para establecerse en Buenos Aires, en donde Roger comenzó a trabajar y aprovechó al máximo su conocimiento en “trenes de vapor”, área sobre la cual explica “no había tantos especialistas”.

“Primero trabajé en el diseño de un tren recreativo en Mundo Marino”, cuenta Roger, quien luego también indicó que también estuvo a cargo del diseño del “Tren del Fin del Mundo” en Ushuaia, con una extensión de ocho kilómetros de vías por el Parque Nacional de Tierra del Fuego, así como también de los vagones para el Parque Nacional Iguazú.

En la actualidad se dedica a la reparación de autos antiguos (Jonatan Moreno/Crónica).

Pero su vida, a sus 80 años, sigue en plena actividad y vigencia: Hoy trabaja en la reparación de partes de autos antiguos en su taller y cada sábado visita el Ferroclub de Remedios de Escalada, del cual es socio fundador.

Pero, sin dudas, su mayor goce pasa en los días compartidos aún con Teresa. “Siempre juntos, ella me acompaña en todas las entregas”, esboza Roger.

“Es bárbaro el día a día. Compartimos los mismos gustos, por el arte y por las cosas antiguas. Compartimos todo”, define Teresa, con un amor difícil de poner en palabras. El cual, literalmente, no entiende de fronteras.

Su lugar en el mundo

Sin lugar a dudas, una visita obligada para todo aficionado a los trenes que ande por la zona sur del conurbano bonaerense es el Ferroclub de Remedios de Escalada, un espacio que conserva y permitió restaurar formaciones antiguas desde hace más de tres décadas, de los cuales hay además otros tres museos en Tolosa, Haedo y General Lynch.

En ese espacio Roger Davis ha permitido buena parte del funcionamiento del sitio con sus conocimientos y realizó allí, con piezas recicladas en los talleres de ferrocarril de Escalada, el tren a escala “Doña Teresita”, un homenaje a su esposa que, según explicó a “Crónica”, une “a sus dos grandes amores”.

Roger construyó en este espacio de Escalada una parte importante de su vida, en donde todos los que han pasado alguna vez por el lugar rememoran alguna charla con “el galés” y la inolvidable experiencia de viajar en ese trencito con locomotora a vapor, que recorre el predio del Ferroclub y una parte de la Universidad Nacional de Lanús, pegado al lugar.

"Hasta el día de hoy tengo presente el ruido de las bombas"

La infancia para Roger Davis se enmarca en un contexto difícil tanto para Gales como para toda Europa, por la llegada de la Segunda Guerra Mundial al viejo continente y los bombardeos que sufría el Reino Unido por parte de la Alemania nazi, conocidos bajo el nombre de “Blitz”.

“Recuerdo cuando con cuatro años, íbamos con mi familia a un refugio antibombardeo. Ni bien escuchábamos que llegaban teníamos que pasar ahí cada noche”, recuerda Roger, quien subraya a “Crónica” que hasta el día de hoy puede tener presente “el ruido” de las bombas.

Los años que se vivieron con más intensidad estos ataques fueron durante los años 1940 y 1941, aunque se extendieron por un tiempo más, como parte del conflicto bélico que se extendió desde 1939 hasta 1945 y que terminó con la llamada “caída de Berlín”. Al menos unas 16 ciudades británicas fueron bombardeadas durante esos años con al menos 100 toneladas de explosivos, que tuvo como consecuencia el fallecimiento de entre 40 mil y 43 mil civiles.

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