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martes, 27 de diciembre de 2016

Trenes Argentinos hasta el fin

Trenes argentinos hasta el fin

BUENOS AIRES 27 Dic(Clarin).-Daniel Tunnard es escritor y nació en Inglaterra. Recorrió el país en los servicios que quedan y lo contó en un libro.
                                Tapa de el libro Tenes Argentinos hasta el fin.Foto tapa

Si bien el término Trainspotting quedó inevitablemente ligado a la película de Danny Boyle de 1996, famosa por lanzar a la fama a un joven y rapado EwanMcGregor, lo cierto es que su origen se remonta a una actividad mucho más mundana y menos sórdida que el consumo de heroína y sus efectos sobre los movimientos intestinales. Entre los adolescentes británicos de la década del 40 y 50, un “trainspotter” era alguien cuya pasión era deambular por las estaciones y anotar el número de serie de los trenes en un cuaderno, con la idea de eventualmente recorrer todo el país y registrarlos todos. ¿Y qué hacían si llegaban a completar la faena? Empezaban de nuevo.

Radicado en la Argentina desde 1999, el escritor y traductor Daniel Tunnard (1976) es un entusiasta de los ferrocarriles prácticamente desde la cuna. Todos sus tíos por parte de madre fueron “trainspotters”, pero cuando él empezó a patear las plataformas de su Sheffield natal a mediados de los 80, la actividad había perdido su atractivo y se había reducido a una práctica de pocos. “Por lo general, éramos personas sin muchos amigos y tampoco se conocían muchas chicas en las estaciones”, recuerda. De alguna manera, es en la cruza entre esa pasión y su mirada sobre las idiosincrasias nacionales donde se encuentra su reciente libro, Trenspotting en los ferrocarriles argentinos, un singular relato sobre la Argentina que experimentó y conoció durante su travesía, en la que recorrió la gran mayoría de los poco menos de 60 servicios que aún permanecen activos.
Trenes argentinos hasta el fin
                                                           Daniel Tunnard Escritor

Estructurado a partir de los viajes realizados -desde las líneas de subte de la Capital y los trenes al Conurbano hasta los servicios a Santa Rosa (La Pampa), Resistencia (Chaco) y Bariloche (Río Negro)- el libro termina con el trayecto de Paraná-Concepción del Uruguay, donde el autor actualmente reside con su esposa y los perros de ambos.

Entre la crónica de viajes y el relato histórico, Tunnard logra enhebrar datos y números con postales de los escenarios que recorre. En su viaje a Rosario, por ejemplo, se acredita como periodista para ingresar a presenciar la elección de Miss Argentina, una crónica en la que todas las modelos parecen vestir un “atuendo realizados por artesanos con pieles de animales autóctonos”, música de fondo con mensajes sexuales explícitos que nadie parece notar y hasta un cameo de Isabel “La Coca” Sarli, que recibía esa noche el “Premio a la Persona Icónica de Cierta Edad, o algo así”. Una detención obligada en una estación llamada Scalabrini Ortiz le brinda la oportunidad de repasar la historia de los ferrocarriles argentinos y la tesis central del libro Los ferrocarriles deben ser argentinos, del pensador y ensayista. Esa tesis decía que un sistema controlado primordialmente por empresas británicas, que apoyaban fraudes electorales, imponían las importaciones de todos sus productos (nada se hacía en el país, hasta los inodoros y el carbón venían de Inglaterra) y que, como solo pagaban impuestos si sus ganancias excedían el 17%, y no había manera de controlarlas, cobraban lo que querían. Con Scalabrini Ortiz como referencia, Tunnard escribe que “estas empresas destruyeron industrias, aislaron regiones, crearon regiones preferenciales, inmovilizaron a poblaciones y estrangularon ciertos cultivos; básicamente, quienes controlaban los ferrocarriles, controlaban el país”.

– ¿Por qué un libro sobre los trenes argentinos?

–Cuando me instalé acá no me metí mucho con los trenes. Todos me decían que ya no existían o que eran muy peligrosos. Fue solo después de diez años que empecé a investigar un poco más. En un primer momento escribí Colectivaizeshion (su libro de 2013 donde narra la experiencia de tomarse todos los colectivos de la Ciudad de Buenos Aires) porque no pensé que había suficientes trenes para hacer un libro. Fue a partir de ahí que me di cuenta que había un gran sistema de trenes de larga distancia. Argentina supo tener la tercera red ferroviaria más grande del Hemisferio Sur y Constitución es la terminal más grande de toda Sudamérica. Todo forma parte de un sistema que está desapareciendo lentamente, pero sirve para mostrar lo importante que alguna vez fue para el desarrollo y la identidad del país.

–Además de los viajes en tren, también hacés foco en diferentes idiosincrasias y costumbres que hacen al país, pero que por lo general no son tan visibles.

–En un principio, mi idea era escribir el libro en inglés y vendérselo a una editorial británica, pero no se concretó. Con ese objetivo inicial en mente, quería salirme de narrar los lugares comunes que el anglosajón medio conoce sobre la Argentina, desde el asado hasta el tango o el Diego. Entonces, en vez de ir a ver Boca-River, por ejemplo, me tomé la Línea B del subte y me fui a ver Atlanta-San Telmo, un partido de la Primera B Metropolitana. Una gran referencia fue el documental Ramón Ayala, de Marcos López, al cual le hice los subtítulos hace un par de años. López tiene una forma genial de capturar rasgos singulares de los argentinos sin declararlos de forma explícita. Uno lo reconoce como propio, y aunque sea algo un poco bizarro, lo hace de una forma muy tierna.

–¿Cuál es el encanto de viajar en tren?

–Todo el mundo, y me incluyo, tiende a estar muy apurado. Quiere llegar rápido a todos lados, y busca que el viaje en sí mismo sea lo más corto posible. Esto obviamente es válido cuando uno necesitar moverse por emergencias o motivos laborales. Pero cuando uno decide abrazar el viaje en sí mismo, y se focaliza en que va a tardar 26 horas para llegar a Tucumán en vez de 2, se predispone de otra manera. Emprender una travesía de este tipo se convierte en una actividad medio zen. Uno tiene que ejercer la paciencia, establecer una mentalidad propia para poder disfrutarlo. Como servicio, el tren y su red cada vez se está achicando más, pero es una forma muy cómoda de viajar.

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