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viernes, 24 de noviembre de 2017

Del ARA San Juan al tren de Once

Del ARA San Juan al tren de Once, un país que encadena tragedias


La explosión del ARA San Juan enlutó al país (REUTERS/Marcos Brindicci)
   Submarino desaparecido ARA San Juan

BUENOS AIRES 24 Nov(Clarin).-La confirmación de que el submarino ARA San Juan explotó en el mar hace ya nueve días, y la posibilidad casi descartada de que hubiera sobrevivientes entre los 44 tripulantes, ocupan el centro de la agenda noticiosa. La dimensión de la tragedia obliga a interrumpir la secuencia noticiosa para hacer un punto que permita reflexionar. Y esa reflexión puede surgir, por ejemplo, de un tuit.

Ayer, cerca de las 8 de la noche, desde la cuenta de Twitter “Tragedia de #Once” se escribió: “Los familiares de las víctimas de la Tragedia de Once, en este momento tan difícil queremos acompañar a los familiares de la tripulación del ARA San Juan. Deseamos que encuentren en el amor las fuerzas necesarias”.

Las preguntas surgen obligadas. ¿Cómo es un país donde periódicamente se forman nuevos grupos de “familiares de víctimas”? ¿Acaso debemos tomar como normal tener a “Familiares de la tragedia de Once” y “Familiares de la tragedia del ARA San Juan” que intentan contenerse en el dolor? ¿Habrá un próximo grupo de Familiares…? ¿Cuál será? ¿Permitiremos incluso que se forme una larga lista?

Unos, (51), murieron en un tren urbano en un caluroso miércoles de febrero. Otros, (44), fueron víctimas de una explosión en un submarino en la profundidad del mar. Sin embargo, algo parece vincularlos. Además del dolor, claro. Los vincula el rol del Estado, porque las preguntas son las mismas. ¿Estaba en condiciones de viajar aquel tren que no frenó en Once? ¿Estaba en condiciones de funcionar este submarino que estalló en el Atlántico? ¿Alguien, el funcionario o la oficina del Estado correspondiente, verificó la aptitud de ambas máquinas? ¿Se realizaron los controles adecuados? ¿No son las dos tragedias, en definitiva, producto de un Estado corrupto que termina matando a sus ciudadanos más indefensos?

En aquel tren de Once murieron trabajadores de todas las edades, gente de a pie. Con este submarino desaparecieron jóvenes que buscaron en la Armada la posibilidad de una vida mejor, seguramente casi imposible en sus lugares de origen (¿cómo se explica sino que ocho jujeños, nacidos entre la aspereza de las montañas hubieran preferido ese destino de océanos y distancias?). Hombres y mujeres a los que el Estado debía amparar. Pero no. No suele ocurrir así entre nosotros.

Cada país tiene sus peculiaridades. La Argentina parece haber inaugurado una. Que los familiares de las diferentes tragedias se saluden unos a otros. Los más viejos, tristes expertos en el dolor, a los recién llegados al territorio de la angustia.

¿Seremos capaces de cambiar eso alguna vez?

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