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lunes, 21 de febrero de 2011

Carta de Lectores:


¿Alguien piensa en la gente?

Como bien analizó Einat Rozenwasse en su artículo de este sábado en diario Clarín dos días después de la tragedia ferroviaria de San Miguel “se redoblaron los controles en los trenes”, al punto de dejar varada en Zárate, por varias horas, a la formación de El Gran Capitán que provenía de la provincia de Misiones y sus 500 pasajeros debieron esperar el traslado en micro hasta la estación Federico Lacroze. Según testigos hubo tensión entre los viajeros que advirtieron que prácticamente en cada Estación de la línea, ex Urquiza, se encontraba un inconveniente en el convoy y se sumaban minutos de demora. El Gran Capitán, el único servicio que recorre una distancia de más de 1.000 kilómetros en el país, volvió -después de años de abandono- de la mano de la empresa TEA SA. Con gran esfuerzo la compañía, una Pyme nacional, y sus obreros realizan una titánica tarea para que el servicio social sea lo más digno posible, conservando tarifas muy bajas, incomparable a la de los micros, y a pesar de no recibir ningún tipo de subsidio. La vía por donde circula es parte de la concesión de ALL, una empresa de origen brasileño que viene sufriendo una muy fuerte interna gremial, que para que se sienta se manifiesta en los servicios de pasajeros, como ocurrió a principios de semana en Basavilbaso con el tren de la UEFER a Villaguay y Concordia y ahora con el de TEA S.A. Tras largas horas de espera para que se efectúen los “controles” el tren completó su recorrido hasta la Estación Federico Lacroze desde donde pocas horas después inició un nuevo viaje con destino a Garupá, Misiones. Y en el mismo lugar que había sido “inspeccionado”, la Estación Zárate, otra vez hubo -con la misma formación- otra “rigurosa revisión” la que estuvo lejos, muy lejos de ser recibida por los pasajeros como una medida en su defensa sino más bien un ataque al tren. Esta situación llevó a que en horas del mediodía de este sábado la gente se pusiera muy nerviosa y profiriera insultos a los delegados de la Unión Ferroviaria que se encontraban en el lugar y que se oponían a la partida del tren, a pesar que los conductores, afiliados a La Fraternidad, sostenían que no había inconveniente técnicos para ello. El malestar fue creciendo al punto tal que los pasajeros amenazaron a viva voz con prender fuego las instalaciones de la Estación sino se permitía que el tren continuara su viaje, algo que luego ocurrió. Es más que evidente que será más fácil cazar perejiles, provocar que la gente llegue a puntos límites que buscar a los verdaderos culpables de las catástrofes, mientras no seamos capaces de apuntar y procesar a todos los responsables aunque sean estos gobernadores, intendentes o encumbrados sindicalistas.

Luis Antonio Benítez

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