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domingo, 7 de agosto de 2016

Noticias de media tarde

Un paseo en tren más barato que un caramelo

PARANA 7 Agos(Uno Entre Rios).-Viajar desde la capital entrerriana a Colonia Avellaneda dura 44 minutos y sale solo un peso. El recorrido por los rieles ayuda a ver la realidad que padecen zonas de la ciudad de Paraná y Paraná Campaña. Crónica de un paisaje urbano.Tres pesos sale un caramelo de dulce de leche en un quiosco del centro de Paraná. Esta suma hoy en día no duele y pasa a ser insignificante respecto a lo que cuesta llenar un carrito en el supermercado. Actualmente, las monedas perdieron su valor y casi nada se puede pagar con ellas.Es sabido que la inflación está haciendo estragos, pero hay algo que no afectó aún: el tren que viaja entre Paraná y Colonia Avellaneda. Se trata de una forma de trasladarse de la que se puede disfrutar más que un dulce, el cual se desvanece en la boca en cuestión de segundos.El tren parte a las 13.30. Son las 13.25 y los 130 asientos están ocupados. Niños, jóvenes y adultos están tirados en los suaves asientos de tapiz azul y bordó. El llanto de una niña con campera rosa irrumpe la conversación de fútbol que mantienen unos caballeros en el fondo del vagón número cuatro. Todos hablan a la vez y expresan sus opiniones sobre Edgardo Bauza y su designación como nuevo director técnico de la Selección Argentina. El grito de uno de ellos parece dividir la cabina en dos: los que están a favor del "Patón" y los que están en contra. Inmediatamente la madre de la pequeña que derrama lágrimas sin cesar pide que "por favor, bajen un cambio".El incómodo silencio que se produce luego de la plegaria de la señora con la niña en brazos es seguido por la campana de las 13.30. La explosiva bocina del tren y el aviso de una dama con voz carrasposa que indica la partida del vehículo, hace sacudir a más de un pasajero. Dos adolescentes brincan de sus asientos sin perder de vista de sus teléfonos móviles, se miran cómplices, ríen y luego vuelve sus ojos a los celulares.Apenas se pone en marcha el tren, un hombre vestido de negro impoluto pasa asiento por asiento a recolectar una moneda de un peso y la intercambia por un ticket de Trenes Argentinos-Operadora Ferroviaria. Este vehículo está en buenas condiciones y no tiene nada que envidiarle a los mismos que recorren Europa o Reino Unido. Con cuatro vagones, 130 asientos y seis baños un poco más grandes que los de un avión, son el cúmulo de comodidades que brinda este servicio. Aunque hay uno que no se le puede pedir: velocidad.El tren viaja un poco más rápido que una tortura. Su lentitud hace desconfiar a una pasajera: "¿Acaso se puede ir más rápido caminando?". Su compañera de asiento no responde, asiente con la cabeza y antes de que diga algo, el transporte empieza a tomar ritmo. Al chirrido de las vías se suman los gritos de los ocho hombres que vuelven a hablar de fútbol. La madre de la nenita rosada no los vuelve a callar, pero sí se nota que le irrita el escándalo con el que manifiestan sus ideas, es más, parece que le va a salir vapor de las orejas cuando un trabajador ferroviario camina hacia el fondo del vagón número cuatro y opina sobre si Lionel Messi debe o no volver a jugar para la Argentina.
—Pero no muchachos, nosotros no nos merecemos a Messi. Él es lo más. Dejémoslo allá, en España le va mejor y lo valoran más –dice el trabajador del transporte público que lleva un buzo polar azul junto a un jean.

—¿Pero vos estás loco? Nosotros necesitamos a Messi, sin él no somos nada. ¿Se imaginan a la Argentina sin Messi? —pregunta un hombre con atuendo de trabajador municipal. Su interrogante despierta una infinidad de opiniones y genera un ambiente caldeado, similar a lo que pasó en las redes sociales cuando el crack rosarino anunció que se acabó la Selección para él.

A las 13.37, el hombre de polar azul camina desde el fondo del vagón a una de las puertas del tren y grita: "Ramírez". Se trata de la primera parada del trasporte sobre rieles. Niños con mochila de dibujos animados japoneses brincan de sus cómodos asientos y reposan sus zapatillas sobre el andén. Un joven con una bicicleta como portafolio ingresa al vagón número tres y, de forma gentil, el trabajador ferroviario le ofrece guardar el vehículo de dos ruedas en un compartimiento aparte.Dos minutos después de la primera parada, el tren retoma su viaje por unos segundos, ya que enseguida llega el segundo stop: División de los Andes. El freno del vehículo es suave y hace que pocos pasajeros se tambaleen. Bajan y suben varias personas del transporte, éste aún sigue lleno. En el vagón número tres, no hay hombres exasperados hablando de fútbol, sino que hay mujeres preocupadas por el tarifazo.—La cosa está mal Margarita, vamos de mal en peor y recién estamos en agosto. No quiero ni pensar qué va a pasar en diciembre –manifiesta una dama de unos 50 años a otra de la misma edad mientras sacude pelusas imaginarias de su pantalón marrón oscuro.

—Lo sé Vivi, lo sé. También estoy preocupada, no tengo palabras de aliento para esta situación –comenta Margarita y le da una palmada a su amiga.

En contraposición a la triste charla de las cincuentonas acerca de que no se puede llegar a fin de mes, afuera del tren, el sol de la siesta se impone, encandila y obliga a cualquier persona que lo mire a arrugar su rostro. A las 13.43 llega el grito del trabajador ferroviario de que es la parada de Miguel David. Madres con bebés en brazos y alumnos y docentes de Primaria y Secundaria bajan apurados a la plataforma. En un abrir y cerrar de ojos el trasporte está de nuevo en marcha.Después de guardar su waki toki de trabajo, el hombre de polar azul recorre los pasillos de los cuatro vagones y controla que todo esté en orden. Mientras, su compañero de negro impoluto cobra un peso por el viaje. Pasan nada más y nada menos que siete minutos para que se anuncie la llegada a Gobernador Parera.A medida que el tren avanza, éste se va deshabitando y se puede oír mejor las conversaciones de las personas. La más interesante es la de una pequeña de unos 3 años que habla consigo misma. Su piel trigueña, rizos castaños y ojos marrones hacen juego con un tierno enterito lila. Ella habla en su propio idioma y no pretende que su madre -sentada a un lado- le conteste. Está en su mundo. Por unos instantes se vuelve el centro de atención de un gurí que la espía desde su asiento, ubicado dos más adelante que el de ella. Ambos se miran, ríen y luego ignoran. Al lado del niño curioso, dos adolescentes hacen competencia de chistes.

—¿Sabés por qué los hijos de Superman no se enferman? –pregunta uno de los chicos.

—No –responde su compañero intrigado.

—Porque son Superhijitos.

El muchachito que cuenta el chiste se ríe a carcajadas. Mientras que el otro se toma de la cabeza en señal de desaprobación. Inmediatamente este último levanta la mirada y dice a su acompañante que llegó su parada. "Salvador Caputto", grita el hombre de polar azul. Nuevamente se repite la misma escena de ascenso y descenso de pasajeros.A medida que avanza el tren por las vías hacia Colonia Avellaneda se puede ver una realidad que muchas veces se ignora. Se trata de un paisaje desolado: montañas de basura que expulsan humo, árboles arrancados de raíz, escombros amontonados, casas que penden de un hilo y pilas de chatarra inservible y peligrosa para los niños que corren descalzos por la zona. Este escenario se puede ver cuando los rieles pasan por las estaciones de Gobernador Maya y Ramón Parera. Parece irónico que mientras en esta parte del Planeta Tierra se asienten villas miserias, en lo alto del cielo las nubes parezcan las mismas que alguna vez pintó el francés Claude Monet.Tal como dice su itinerario en Internet, el tren llega a las 14.14 a Colonia Avellaneda. Justo en ese momento, la nenita de enterito lila cae rendida en su asiento y obliga a su madre a tener que alzarla como a una bolsa de papa. La mayoría de los pasajeros que quedan en el transporte bajan a la plataforma de la localidad de Paraná Campaña y se esparcen como el aceite. Quienes no lo hacen son dos mujeres y un pequeño de tres años. Ellas se llaman Analía y Candela y el niño Atila.En diálogo con UNO, Analía cuenta que decidió salir a pasear en tren junto a su hijo y una amiga. "Es hermoso el paseo y muy económico, es una manera de hacer algo diferente a la rutina. Nos gusta mucho venir acá", indica la joven madre y su pequeño la interrumpe: "A mí también me gusta, pero extraño a mis perritos, Fido y Pepa, son muy lindos pero no los puedo traer conmigo en el tren".A pesar de la corta edad de Atila, él habla fuerte y claro como un adulto. Mientras UNO le saca fotos junto a sus acompañantes, el tren se vuelve a poner en movimiento y el trabajador ferroviario comienza a cobrar el peso que equivale el traslado hacia la capital provincial. El viaje de regreso parte a las 14.20, con una puntualidad suiza muy pocas veces vista por estos pagos. El tren hace la misma secuencia que a la ida, pero ahora a la inversa. Sin muchos sobresaltos y con breves paradas, el conductor del transporte frena por última vez a las 15.03 en la estación ubicada a metros del empedrado del bulevar General Eduardo Racedo.A los segundos de arribar a la Estación Paraná, los pasajeros desaparecen y los trabajadores ferroviarios se van a descansar un rato antes de la partida de las 16.20. Sin dar rodeos y de manera tajante, un hombre arrugado con boina escocesa comenta en voz alta que sería una lástima que se pierda un servicio así."Casi todos los días uso el tren que va desde Paraná a Colonia Avellaneda y viceversa. 

No puedo ni imaginar qué pasaría si lo cierran", comenta a UNO Jesús, de 76 años, y agrega visiblemente emocionado: "Quiero mantenerme optimista y seguir con la ilusión de que este servicio no se perderá sino que al contrario, habrá muchos más que unan a otras localidades entrerrianas con Paraná". Mientras el hombre se aleja de la estación y camina en dirección al centro cultural Juan L. Ortiz, sólo queda un interrogante en el aire: ¿Habrá un Déjà vu y los argentinos vivirán de nuevo el proceso que comenzó en 1991 respecto a la privatización ferroviaria?Habrá que cruzar los dedos y pedir que no suceda porque además de generar más pueblos fantasmas también llegarán las numerosas pérdidas de puestos de trabajo.
Como dice Jesús, hay que ser optimistas, pero tampoco hay que ser ajenos a que en la estación del ferrocarril de Paraná descansa un pizarrón negro en donde está escrito con tiza blanca que los servicios Paraná-Villa Fontana, Paraná-Concepción del Uruguay y Basavilbaso-Villaguay se encuentran suspendidos desde fines de 2015. De esta manera, el único ramal que se mantiene de pie desde 2014 es el que viaja entre la capital provincial y Colonia Avellaneda, del cual, según indicó un operario a UNO, se venden unos 10.000 boletos mensuales. Esta cifra puede deberse a que se trata de un servicio bueno y que cuesta un peso, mucho menos que un caramelo. 
 

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