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domingo, 9 de noviembre de 2025

Grupo de bandoleros asaltan tren turisitco

 La tarde en que un grupo de bandoleros asaltó a La Trochita repleta de turistas

ESQUEL Chubut 9 Nov (Viajes y Turismo).-  Poco antes de llegar a la estación de Esquel, los pasajeros del Viejo Expreso Patagónico vivieron una representación del asalto perpetrado por Jack Bradford, Coyote Kid y sus bandoleros. Un paseo por paisajes imponentes que vuelve el tiempo atrás.

El "asalto a La Trochita" se lleva adelante desde hace 20 años. Foto: Marcelo Martinez

Faltan apenas unos pocos kilómetros para que La Trochita, uno de los pocos trenes a vapor que siguen corriendo en el mundo y declarada “Monumento Histórico Nacional”, regrese a la estación de Esquel. De repente, se detiene y desde los vagones, se escucha el galope de los caballos, disparos que generan algunos sobresaltos y gritos. «¡Abajo todo el mundo!«, grita un hombre vestido de época. Lleva un rifle. «¡Acá no se salva ninguno!», agrega mientras camina al costado del tren a paso rápido.

La gente se asoma por las ventanas, con una sonrisa. Un grupo de jinetes pasa a toda la velocidad. Los más osados del público bajan rápidamente del tren para no perderse el espectáculo que se extiende unos 20 minutos.

La puesta en escena dura media hora. Foto: Marcelo Martinez

Entre la muchedumbre, una mujer con camisa texana, jean, botas y un sombrero apunta a la cabeza de un hombre, con un revólver. La presunta víctima se ríe. La gente empieza a rodear a los «bandoleros» y levantando los teléfonos, comienzan a tomar fotografías. «¡Llévenme a mí!«, les propone a los gritos una mujer del público, juntando sus manos para que la esposen. Un hombre acota: «¡Yo les ofrezco a mi suegra!«. El público estalla en risas.

No solo hay turistas. Algunos pobladores de Esquel y Trevelín decidieron acercarse hasta el lugar para presenciar el «Asalto a La Trochita», del que forman parte 32 actores y 7 jinetes con caballos.

Unos 32 actores participan de la representación. Foto: Marcelo Martinez

En un momento, un bandolero le ordena al «sheriff» que se ponga de rodillas al tiempo que lo apunta con un arma; a unos metros, un sacerdote realiza una bendición, pero finalmente, se suma a los bandidos, cargando una enorme bolsa en la que se lee el signo $.

Al término de la actuación, Florencia Carozzino, de Pergamino, provincia de Buenos Aires, regresa a su asiento en uno de los vagones del tren. Junto a su familia, estaban por cerrar su visita a Esquel dispuestos a cruzar a Chile, pero les comentaron de la segunda y última representación del año en el tren y decidieron no perdérsela. «Valió la pena», dice divertida, mientras estira su mano para chocarla con la de uno de los actores que recorre los vagones saludando a los turistas a modo de despedida.

Ni los actores ni el público pueden ocultar las risas. Foto: Marcelo Martinez

Cien años de historia

La Trochita nació en 1922. Este año cumplió 103 años. En un principio, este tren perteneciente a Ferrocarriles Nacionales trasladaba toda la mercadería hasta Esquel, incluso autos. De regreso llevaba lana. Recién en 1950 empezó a trasladar pasajeros convirtiéndose en el principal medio de transporte de los habitantes del noroeste de Chubut. 

La Trochita cumplió 103 años. Foto: Marcelo Martinez

Pero poco después, en un contexto nacional de crisis ferroviaria a fines del siglo XX, sobrevivió como paseo turístico, uniendo Esquel con Nahuel Pan, un tramo de 19 kilómetros.

Si bien la partida está anunciada a las dos de la tarde, los pasajeros comienzan a llegar a la estación varias horas antes. Una banda de jazz los recibe con un amplio repertorio. Algunos se animan a bailar hasta que la hora se acerca y se distribuyen entre los nueve vagones. De pronto, un silbato anuncia que el tren está a punto de partir. Suena una campana y nuevamente, el silbato indica la orden de salida. Se escucha el sonido icónico del expreso vapor -la caldera que emana de la locomotora- y el tren emprende su marcha.


Por momentos, muchos pasajeros asoman la cabeza para tomar fotografías del tren. Foto: Marcelo Martinez

«Arrancamos con el asalto hace unos 20 años. Quisimos representar a los bandoleros que pasaron por Río Pico y Cholila y, asaltaron un banco. No es que hayan asaltado el tren, pero es una puesta en escena de que, ya en esa época, pasaron por La Trochita», comenta Miguel Sepúlveda, subgerente del Viejo Expreso Patagónico.

En los últimos cinco años, con el boom del campo de los tulipanes en Trevelín entre octubre y principios de noviembre, la mayor cantidad de turistas también impactó en La Trochita. Por eso, decidieron aprovechar la ocasión para ofrecer «el plus del asalto». «Tiene tanta trascendencia que estas dos salidas del año, con el asalto, se agotan con meses de anticipación. Vienen de todo el país e incluso extranjeros«, explica Sepúlveda.

Cuando parte el tren, el guarda pide los boletos. Foto: Marcelo Martinez

Cuando el recorrido comienza, el tren atraviesa el arroyo Esquel, cruza el camino a La Hoya y cruza la Ruta Nacional 40, que corre paralela a la Cordillera de Los Andes. Desde los alto se puede ver la estepa y el pueblo de Esquel. Un poco más adelante, los pasajeros admiran la inmensidad del valle en la llamada «Curva del Huevo». Se asoman por las ventanas para fotografiar la postal: desde los últimos vagones se captura al tren doblando en toda su extensión.

El tren deja atrás decenas de ovejas, vacas, caballos y liebres. En cada cruce de caminos, hay gente esperando el paso de La Trochita. Los saludos entre quienes la ven pasar y los pasajeros del tren abundan. Las fotografías también. Tampoco faltan los bocinazos.

La gente espera el paso del tren en diferentes tramos de la ruta. Foto: Marcelo Martinez

Cuando el tren ingresa al paraje Nahuel Pan, sus pobladores aguardan la llegada de los turistas en los ingresos de casas de maderas donde ofrecen tortas fritas, empanadas, choripanes y empanadas. También hay venta de artesanías. Detrás de las casas, sobresalen cientos de ovejas.

Los pasajeros disponen de una hora. La mayoría aprovecha para tomarse fotografías con la locomotora y algunos incluso se suben y simulan ser ser los conductores. Luego, recorren los diferentes puestos e incluso el Museo que propone un recorrido por la historia del paraje donde vive una comunidad mapuche tehuelche.

La llegada del tren a Nahuel Pan, a 19 kilómetros de Esquel. Foto: Marcelo Martínez

«Vinimos a conocer los tulipanes y no nos podía faltar el paseo por La Trochita. Vine hace 19 años con mi marido y nos encantó y ahora, volvimos con amigos. Es lindo compartir experiencias y ver cómo creció todo esto. La idea fue mezclar paseo con historia; de hecho soy docente y mi amiga, licenciada en Turismo», plantea Mónica Castellón, de Morón, mientras se tomaba una selfie.

Rosario Susana Bertero, también de Buenos Aires, cuenta que su primer viaje en La Trochita fue en los años 90. «Volvimos para recordar este paseo maravilloso en uno de los pocos trenes a vapor que queda en el mundo y a conocer los tulipanes que, en aquellos años, no existían. Una vez más, nos encantó y más aún con esta representación de los bandoleros», dice.

La foto con la locomotora, un clásico del paseo. Foto: Marcelo Martinez

Marina Nottidge llegó a Esquel desde Misiones, con su esposo y su hijo, solo por el fin de semana. «Nos atrajeron los tulipanes y como parada obligatoria, La Trochita, el tren patagónico más antiguo y a vapor. Trajimos a unos familiares que nos están visitando de Australia y querían conocer el sur argentino. El evento del asalto le puso un poco de adrenalina al paseo«, advierte.

Cecilia Arseni, de la ciudad de Buenos Aires, fue otra de las tantas que realizó «la ruta galesa» en Trevelín que engloba tulipanes, molinos y cascadas. «Quisimos hacer la experiencia de La Trochita por nuestros chicos. Es muy pintoresco y nos enteramos de asalto recién en la estación. Por suerte, en el vagón nos tocó viajar con el Sheriff así que estábamos protegidos», bromea la mujer.

El tren es de 1922. Foto: Marcelo Martinez

El reloj marca las 3 de la tarde en el paraje Nahuel Pan. La locomotora se desengancha de los vagones para poder girar y emprender el regreso a Esquel. Los pasajeros apuran el paso hacia el tren. Quienes viajaron en los últimos vagones, ahora quedan adelante. Los pobladores de Nahuel Pan observan la vuelta del contingente. Alguno que otro saluda.

Los datos:

-180 pasajeros viajan en cada salida de La Trochita.

-120 mil pesos cuesta el boleto para el público y 68 mil para los residentes de Esquel y Trevelin. El paseo dura entre tres y cuatro horas.

La representación se lleva a cabo al ingresar nuevamente a Esquel. Foto: Marcelo Martinez

Ferroviarios: una cuestión de generaciones

«Antes se decía que, como conductor, solo había que llegar a destino. Pero hay que conocer bien la máquina por si es necesario reparar algo durante el viaje para quedar tirado. Hacemos recorridos en el campo, en medio de la nada y no vamos con un mecánico». Pedro Morales nació en Esquel y es el reciente maquinista de La Trochita tras la jubilación de Carlos.

Falta una hora para arrancar la recorrida y Pedro, junto a otros cuatro trabajadores, ponen en marcha la locomotora. «Se lubrican los motores y se controla el agua y el combustible. Es el alistamiento de la máquina para poder hacer el servicio. Es una máquina a vapor y el tanque es de 9.000 litros. Gasta todo porque aun estando detenida, sigue generando vapor», describe mientras toma un pequeño descanso.

Pedro Morales, el flamante conductor de La Trochita tras la jubilación de Carlos. Foto: Marcelo Martinez

Pedro es técnico electromecánico y estudió en la escuela técnica ferroviaria La Fraternidad. Viene de familia ferroviaria: sus dos abuelos trabajaron en el ferrocarril arreglando las vías, al igual que su padre.

Este hombre de 37 años ingresó a trabajar como foguista y durante dos años, hizo prácticas con el conductor hasta que ascendió como ayudante. «Es como una carrera de seis años para ser conductor. Es un carnet nacional. Pero uno puede empezar a trabajar recién cuando se jubila el conductor. Es realmente hermoso porque la gente viene a pasear, no es como manejar un tren en Buenos Aires donde todos andan estresados», describe.

Una comunidad mapuche tehuelche

En el paraje Nahuel Pan viven 22 familias y 60 personas de la comunidad mapuche tehuelche que pretenden visibilizar su cultura a través del Museo de Culturas Originarias Patagónicas, ubicado en la entrada que abrió sus puertas en 2006.

«La idea es que la gente entienda que no es un museo con cosas del pasado sino que enlazamos pasado, presente y futuro. Tenemos talleres en los que enseñamos platería, tejido, hilado, tinte natural y la lengua», resalta Etelvina Rojas, integrante de la comunidad que trabaja en el museo.

«Nos consultan por la comunidad y las actividades. Acá se trabaja la tierra y con animales», acota.

El paseo dura poco más de 3 horas. Foto: Marcelo Martinez

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