Por cuatro décadas condujo La Trochita: ahora jubilado, prepara a las nuevas generaciones de maquinistas
ESQUEL Chubut 30 Nov ( Rio Negro Digital).- Carlos Agüero llegó a Esquel en la década del 80 casi de casualidad. Decidió emprender un largo camino para convertirse en conductor de La Trochita. Cuando llegó el momento de jubilarse, detectó que no había sucesores y se propuso un objetivo claro.
Una vida destinada a La Trochita. Foto: gentilezaDurante cuatro décadas, Carlos Agüero fue el maquinista de La Trochita, uno de los pocos trenes a vapor en el mundo con su trocha angosta de 75 centímetros que ya cumplió 103 años. Pese a la crisis ferroviaria en el país, el tren logró sobrevivir como paseo turístico uniendo Esquel con el paraje Nahuel Pan, en un tramo de 19 kilómetros.
La tarde en que un grupo de bandoleros asaltó a La Trochita repleta de turistas
Este hombre que acaba de cumplir 63 años se acaba de jubilar aunque continúa su camino como instructor de otros conductores. «Fui maquinista desde los años 90 hasta 2025. Pero llevo arriba de la máquina desde 1985. Muchos turistas no pueden creer que el tren siga funcionando como en un principio, con la única diferencia de que antes se usaba fuel oil y ahora, gas oil», resume Carlos que, si bien no viene de una familia ferroviaria, su padre trabajó con los ingleses en los inicios de la red de trenes en Bahía Blanca. «Él trabajó solo un par de años, ni siquiera se jubiló ahí. Yo ingresé al ferrocarril con 20 años, porque vivía en un pueblo ferroviario, Capitán Castro (en el partido de Pehuajó), de 60 habitantes y necesitaban gente. Fue medio de casualidad«, comenta.
Carlos eligió Esquel como destino sin conocer. Foto: gentileza
Carlos retiene cada una de las fechas con un detalle abrumador. Ingresó al mundo ferroviario como «operario de vías» en 1983, sin imaginar que, un año después, iniciaría el largo recorrido para la carrera de conductor. «En un principio, me ocupaba de la reparación de las vías, limpiaba esos sectores, cortaba el pasto y mantenía las vías en condiciones para que no patine el tren», resume este hombre que nació en Tres Algarrobos, provincia de Buenos Aires. En un comienzo, trabajó en el ramal Rosario-Puerto Belgrano del Ferrocarril Roca.
Tras aprobar el examen para ingresar a la carrera de conducción, llevó adelante el curso de aspirante en Olavarría. «De pronto, surgió una vacante como ayudante de segunda en Esquel y como nadie quería venir para este lado -porque era mejor iniciar la carrera en Buenos Aires-, en febrero del 86 me instalé acá», cuenta este hombre que hasta ese momento, no había pisado tierras patagónicas.
Carlos focaliza su trabajo hoy en la capacitación de los futuros maquinistas. Foto: gentilezaEsquel, en ese momento, tenía 15 mil habitantes. La intención de Carlos era tomar el cargo y volver a Olavarría a los dos meses, con la excusa del desarraigo de su familia. «Me vine a ciegas. Era soltero y tenía 22 años. El paisaje era tremendo, yo venía de lo llano, de lo plano. Recuerdo que, desde arriba del tren, se veía el peladero, puro campo. A los 15 días de trabajar acá, dije: ‘No me voy más'», señala.
Dos años después, pasó a desempeñarse como foguista (quien opera y alimenta las calderas de vapor). «Antes de sacar la locomotora del depósito, hay que revisar la caldera, verificar el nivel de agua y buena presión. También salíamos con el tren y colaborábamos con el conductor marcándole las curvas y las señales porque hay sectores donde no hay buena visibilidad. Incluso, le debíamos advertir sobre la presencia de animales», detalla.
Tenía 23 años cuando llegó a Esquel, a trabajar en el tren.Allá por 1990 comenzó el curso para desempeñarse como conductor en Bahía Blanca, pero cuando regresó a Esquel, la crisis ferroviaria atravesó también a La Trochita. Cerraron las escuelas técnicas y Carlos ni siquiera pudo capacitarse en las máquinas de vapor, «una especie en extinción»; de modo que tuvo que aprender por su cuenta. «Empecé a conducir como interino, con el maquinista al lado mío al tiempo que iba explicándome. Pero en 1993 cerraron todos los ferrocarriles y nos echaron. Fue muy doloroso porque se dio de un día para el otro y había gente que llevaba 30 años en el tren y no estaba en condiciones de jubilarse todavía«, puntualiza.
De transporte de carga a pasajeros y luego, el cierre
En un principio, este tren perteneciente a Ferrocarriles Nacionales se dedicó solo al transporte de carga; recién en 1950 trasladó a pasajeros desde Jacobacci a Esquel, convirtiéndose en el principal medio de transporte de los pobladores del noroeste de Chubut. «Íbamos desde Esquel hasta El Maitén donde nos relevaban otros conductores hasta Cerro Mesa en el paraje Río Chico en Río Negro. Y luego, había otro relevo en Ingeniero Jacobacci«, menciona.
En 1993, el gobierno nacional cerró el ramal y despidió a todos los empleados. Sin embargo, en enero de 1994 los gobiernos de Río Negro y Chubut se hicieron cargo del mantenimiento del tren y los ferroviarios volvieron a ser contratados. El Viejo Expreso Patagónico, conocido como «La Trochita», comenzó a realizar el tramo Esquel a Nahuel Pan, como paseo turístico. Fue declarado “Monumento Histórico Nacional”.
La Trochita, el icónico tren patagónico.En 40 años de experiencia, anécdotas sobran. Lindas y otras no tanto. «Sucede que, en esta zona, el verano es espectacular, pero en invierno con la nieve, patinás en las vías. En una vuelta, había nevado en Esquel y al llegar a la Ruta 40 había un montón de nieve y si bien había pasado la máquina, la nieve era una piedra en los contrarrieles. La máquina saltó y quedó colgada como de un puente«, relata. Ante el pedido de auxilio, los pasajeros fueron evacuados en micros.
Esa misma semana de 1988, en una tarde de sol el tren partió con nieve al costado del camino. Carlos le advirtió a su compañero de la situación y cerca del aeropuerto, «la máquina quedó enterrada en medio metro de nieve», desde las 23 hasta las 9 del día siguiente. «Por suerte, teníamos un teléfono portátil que enganchábamos a la línea del telégrafo y dimos aviso. Nos quedamos sin agua para la caldera y tuvimos que apagar la máquina«, recuerda.
También menciona un regreso de Nahuel Pan en 2011: «El viento movía los vagones. Cuando entramos en la curva llamada Vuelta del Huevo, a unos 12 kilómetros de Esquel, temí que volteara el tren. Y eso fue lo que sucedió: el viento descarriló un vagón y al salirse de la vía arrastró al resto en efecto dominó, con locomotora y todo. Por suerte, a ninguno de los 150 pasajeros le pasó nada».
En tantos años, Carlos tuvo la oportunidad de llevar a grandes figuras en La Trochita, pero resalta especialmente a futbolistas como Gabriel Batistuta, Carlos Bianchi o Ricardo Bochini. Lo cierto es que también conoció a su esposa Amalia en 1987, en un viaje de regreso desde El Maitén. Decidieron casarse en el mismo vagón donde se conocieron 36 años atrás.
Su hijo Mariano siguió sus pasos en el mundo ferroviario. Cuando terminó el secundario, Carlos le sugirió que estudiara algo porque «en Argentina, nunca se sabe qué puede pasar, menos con los trenes». El muchacho tomó su consejo: egresó como preparador físico en Córdoba y regresó a Esquel. Había empezado a trabajar en un gimnasio, pero el local cerró por la pandemia. En ese momento, convocaron a cuatro foguistas en La Trochita y Mariano logró ingresar. Hoy es aspirante de conductor. «Esta pasión, sin dudas, se hereda. En mi casa solo se habla de ferrocarril«, dice con orgullo.En 2019, Carlos ya estaba cerca de jubilarse, pero no había conductores que pudieran reemplazarlo. «La escuela estaba en Jacobacci, Río Negro, por eso asumí el desafío de capacitar a los pibes. Pero con la pandemia, se cortó el curso. Hoy tenemos tres nuevos conductores», comenta.
Su última salida como conductor fue en julio. Cuando se le consulta qué significó para él conducir el tren histórico, no oculta su emoción: «Correr un tren es todo un desafío. Tenemos una hora para llegar a Nahuel Pan. No pasa nada en un día perfecto, pero te agarra un día de viento y te va frenando y hay que regular por el agua de la caldera. El consumo de vapor es mayor si se va frenando el tren. El tren es un sentimiento«.
Carlos, junto a su hijo Mariano. Foto: gentileza







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