Lisardo Veleda y familia, una historia ferroviaria
NEUQUÉN 15 Ene (Rio Negro).- Las historias de aquellas familias ferroviarias que se asentaron en estas tierras cuando el puente ferroviario se terminaba de construir son un hito en la idiosincrasia de la región.
Don Lisardo Veleda nació en Coronel Suárez, hijo de Ruperto Veleda y Catalina Menta. La hija de don Lisardo, Telma, nos cuenta: “Mi abuelo Ruperto era español, gallego de Orense. Mi abuela Catalina, según papá, era criolla. Supongo que con eso quería decir que no había inmigrantes cercanos en su familia. Ruperto y Catalina tuvieron siete hijos, cinco varones y dos mujeres. Todos los varones fueron ferroviarios y las dos mujeres se casaron con ferroviarios. El ferrocarril fue muy importante en mi historia familiar. Don Lisardo formó su familia con Telma Blanco, que nació y creció en Tandil. Antonio, su padre, descendiente de españoles, se casó con Elena Ignacia Brusín, de origen vasco francés. Tuvieron cinco hijas: Telma era la mayor. Tenían un hotel familiar frente a la estación del ferrocarril”.
El abuelo paterno Ruperto fue jefe de estación en Huanguelén y allí Lisardo aprendió muy pronto el telégrafo, con lo que comenzó su carrera administrativa en el ferrocarril.
Por razones de trabajo se radicó en Tandil, donde conoció a Telma: se casaron en 1943 y vivieron en esa ciudad. Veleda había hecho el servicio militar en Neuquén, “lo que marcó, supongo, el hecho de que, unos años después, ya casado y con dos hijos solicitara y obtuviera un puesto en el ferrocarril neuquino que le posibilitó un ascenso en su carrera y una mejoría económica. No tengo la fecha exacta, pero partiendo de mi edad y algunos recuerdos creo que llegamos a Neuquén en 1948 y vivimos allí hasta 1952 poco antes de la muerte de Eva Perón”.
La idea de la joven familia era radicarse en Neuquén. Se les otorgó un préstamo hipotecario para construir una casa que estaba ubicada en la calle Ministro González a una o dos cuadras de la cárcel. En ese tiempo no había casi ninguna casa en ese lugar. “Yo comencé la escuela primaria en Neuquén e hice primer grado”, agregó Telma.
“Mi padre era socialista y tenía actividad gremial. Pertenecía claramente a la oposición al peronismo en el gremio. Esto motivó una suerte de ‘persecución o castigo’ que se concretaría con el traslado a Ingeniero Jacobacci”. Veleda consiguió, por contactos dentro de la ‘familia ferroviaria’, cambiar este destino por una vuelta a Tandil donde tenían ya una vivienda y la ayuda de la familia de su esposa.
“Nos radicamos nuevamente en esa ciudad y así se truncó la vida que podríamos haber desarrollado en Neuquén. La última vez que mis padres estuvieron en Neuquén fue en 1985. Yo vuelvo todos los años porque tengo una amiga muy querida a la que visito”, continuó el relato Telma.
En la foto lo vemos a Lisardo cumpliendo con el servicio militar en territorio neuquino: eran épocas en que el límite este de la ciudad era el emplazamiento de la U9 por el este. Por el norte se avizoraban las bardas cercanas que bordeaban la capital. Hoy el paisaje ha cambiado totalmente, la población se ha incrementado notablemente y aquellas calles de tierra con grandes remolinos de viento y cardos rusos dejaron paso a una ciudad con calles asfaltadas que fue ampliando su ejido hacia todos los puntos cardinales.
“Personas como Soria y Bezerra los recuerdo como conocidos y amigos de mis padres de esa época neuquina”, cierra Telma.
Historias ferroviarias inscriptas en la memoria de sus descendientes y que hoy, gracias a la historia oral, nos atrevemos a homenajear, a desentrañar, para que no pasen al olvido, para compartir con los lectores otro eslabón de la construcción histórica de nuestra región y de sus actores y protagonistas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario