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jueves, 4 de enero de 2024

La locomotora mas antigua

La locomotora más antigua y en funcionamiento de Latinoamérica fue reparada en Argentina y se puede visitar

La máquina es furor entre los más chicos. Dónde verla y cómo hacer para subirse.

La locomotora más antigua y en funcionamiento de Latinoamérica fue reparada en Argentina y se puede visitar Ferroclub Argentino (Sede Villa Lynch)

BUENOS AIRES 4 Ene (Clarin Zonales).-Las vías cruzan un amplio terreno verde. Un cartel anuncia una vieja estación: “Cnel. Fco. Lynch”. Sobre ellas, aquí y allá, como paradas en el tiempo, se observan ferrocarriles, inmóviles. Pero de pronto uno de ellos se pone en movimiento. Es una algo más pequeña que las demás, de color negro y rojo, pero a diferencia de las demás no está inmóvil, tiene vida. Es la locomotora más antigua de Latinoamérica en funcionamiento, y se encuentra en la sede de Villa Lynch del Ferroclub Argentino.

El recorrido de una máquina histórica

“El vehículo fue fabricado en el año 1886 por la fábrica Société Anonyme de Marcinelle & Couillet”, cuenta Matias Marsicano, secretario de la sede de Villa Lynch. Esta fue la mayor empresa belga que cotizaba en la Bolsa de Bruselas a mediados del siglo XIX. Contaba en un principio con minas de carbón e instalaciones siderúrgicas, para luego expandirse y entrar en el mercado ferroviario. Entre 1849 y 1951 construyó un total de 1826 locomotoras, varias de las cuales fueron adquiridas en Argentina.

Estanislao Ferreyra adquirió la concesión de este vehículo de 75 cm de trocha, el cual formó parte de lo que se conoció más tarde como el Ferrocarril Malagueño. La línea se abrió en 1888 y llegó a tener una extensión de 50 kilómetros. Su nombre se debía principalmente a que llevaba piedra desde unas canteras en la localidad de Malagueño en un recorrido de 15 km hasta Córdoba Capital.

“En el año 1907 fue tomado por el Ferrocarril Central Argentino (FCCA) y más tarde, en 1911, quedó bajo la órbita de lo que actualmente se conoce como la línea Mitre. Sin embargo, a partir de ese momento pasó a utilizarse principalmente para mover materiales dentro de los talleres de la empresa. Luego, se perdió su rastro por un tiempo”, agrega Marsicano.

De aquel modelo sobreviven tres locomotoras: una se encuentra en el Museo de Campana, otra en Talleres Rosario mientras que la número de fábrica 863, pasó por varios destinos hasta terminar en Villa Lynch. “Fue usada para dar paseo a los niños primero en Parque Camet y luego en la Fiesta de la Flor en Escobar, hasta que quedó tirada en los talleres de Liniers de la línea Sarmiento”, sigue Marsicano. Y ahí entró el rol del Ferroclub, al rescatar el vehículo y ponerlo en funcionamiento en septiembre del 2013 tras un arduo proceso de remodelación.

Preservar, reparar, restaurar

“Los objetivos principales de la organización son tres: preservar, reparar y restaurar”, cuenta Marsicano, secretario de la sede de Villa Lynch. Este fue el primer Centro de Preservación (CDP) fundado del Ferroclub, fundado en 1972 —luego seguido por los de Lanús y La Plata—. En sus diez primeros años de historia la Asociación Civil sin fines de lucro se dedicaban a organizar viajes, reuniones de aficionados y las primeras colecciones de fotos y elementos históricos.

Sin embargo, el año 1982 fue un punto bisagra para la ONG, al recibir el primer material en custodia. Durante los años posteriores continuaron recibiendo más transportes y el último gran convoy llegó en el 2021. Son muchos y antiguos los ferrocarriles icónicos que cuida la organización. Pero tal vez lo más importante de su historia sea su principal motor: el voluntariado.

Guardianes de la historia

“El común denominador de todos es preservar la historia y la cultura, pero también hay gente que va por el hecho de aprender”, continúa Marsicano. Hay cerca de 25 voluntarios solo en la CDP de Villa Lynch, entre los cuales hay contadores, especialistas en telecomunicaciones, abogados o radiólogos. Sin embargo, todos están unidos por un común hilo conductor: preservar el material histórico ferroviario.

“Como voluntario uno es guardián de la historia”, dice Julián Agustín Garberi, de 32 años y residente de Santos Lugares. Actualmente es coordinador de mecatrónica de las líneas Urquiza, Belgrano y San Martin para la empresa Belgrano Cargas y Logística. “Hay piezas únicas que son de patrimonio cultural de la Argentina y que si no fuese por el grupo de voluntarios probablemente ya no existiría”, continúa.

  Ferroclub Argentino (Sede Villa Lynch)

Y en efecto, aparte del mencionado ferrocarril, la sede representa parte de lo que fue la gran red ferroviaria argentina. Cuenta también con parte de lo que fue el Gran Capitán, una locomotora escocesa de 1888 o una americana de 1908. Esto lo hacen sin apoyo estatal ni apadrinamiento de ninguna institución; todo proviene del esfuerzo y de los eventos impulsados por ellos.

La mayoría de las veces la pasión por el ferrocarril fue transmitido de generación en generación. Luis Palomeque tiene 35 años, vive en Billinghurst, San Martin, y actualmente es chofer de metrovías. “Mi abuelo era inspector en la línea Urquiza. Me ha dejado hasta planos”, recuerda Palomeque, quien también contaba cómo iba en compañía con él hasta el Ferroclub, en donde entró a los 17 años.

Sin embargo, hay casos en los que la pasión surgió de chico. Así como muchos se apasionan por dinosaurios, hay quienes les toman cariño a aquellos vehículos a vapor, como le ocurrió a Daniel Di Niro, metalúrgico matricero de 56 años, también de San Martín. “De chico tuve la suerte de ver uno de los últimos ferrocarriles a vapor operativos, en Martín Coronado”, recuerda Di Niro. Este desapareció unos años antes del Mundial del 78, pero la imagen se le quedó grabada en las retinas, hasta el punto de que a los 18 años entró al Ferroclub.

La satisfacción cúlmine

En lo que muchos concuerdan es que el máximo logro proviene cuando el público visita el predio; cuando se suben al paseo del ferrocarril o ven admirados los vehículos, teléfonos, faroles y telégrafos preservados. “La fascinación del público es la satisfacción culmine”, declara Di Niro.

Y esto ocurre todos los sábados de casi todo el año, durante los cuales se organizan visitas guiadas desde las 16 hasta las 17 hs. Aparte, hay grandes eventos dos veces por año en donde se encienden las locomotoras y se realizan paseos. Van de todas las edades: niños, adolescentes y adultos, y a veces hasta extranjeros, según cuenta Marsicano. Los cupos se suelen agotar por la cantidad de gente que quiere asistir. Y no es para menos: el Centro de Preservación Villa Lynch es un lugar en donde la historia cobra vida.

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