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martes, 4 de julio de 2017

El Tren

El tren de los sueños devaluados

BUENOS AIRES 3 Jul(Clarin).- Será que los argentinos estamos un poco cortos de metas. Extraño en un pueblo que siempre fue aspiracional, empujado por el deseo inmigrante de progreso social.En muchos casos, ese sueño murió al costado de las vías del tren ausente y su mala cría. Pueblos abandonados que vieron cómo la jubilación de los viejos “caballos de hierro”, las antiguas locomotoras “a carbón”, y sus sucesores Diesel, sólo trajeron desolación, desempleo y soledad.Hemos devaluado tanto nuestros sueños que ayer la política más popular del país, Mariú, Vidal, gobernadora bonaerense, fue usada como atractivo electoral en la reposición del viaje en tren a Mar del Plata, luego de casi dos años sin funcionar, en una travesía propia del siglo XIX: ocho horas de viaje y 12 paradas para el trayecto de 400 kilómetros entre Constitución y las costas marplatenses. Dicen que a futuro el tiempo real será de 6 horas y 45 minutos, extendidos ayer por el protocolo inaugural en cada parada.Quien escribe, con más de seis décadas de ciudadanía al hombro, conoció las épocas de la estación Constitución atestada para viajar a Mar del Plata “en cuatro horas y un ratito”, en trenes espectaculares, con salón comedor lujoso que ofrecía platos gourmets. Y una primera clase que se miraba “con la ñata contra el vidrio”, pero “la segunda” era confortable y práctica. Aun en los trenes que tardaban un par de horas más, era un placer ver la cara de mi padre cuando tenía un peso de más y se jugaba en ese viaje con una excursión modesta al comedor, sólo para atacar una milanesa con papas y huevos fritos, mientras uno veía por las ventanillas pasar la vida, rauda hacia la playa. Ayer aplaudimos un atraso de dos horas y más de 60 años: esas “cuatro horas...” ya habían sido anunciadas por el noticiero “Sucesos Argentinos” en tiempos del primer peronismo. El kirchnerismo, que había prometido el “tren bala” a Córdoba y Rosario, debió suspender el servicio marplatense por su desastrosa política ferroviaria.Mucho antes, Menem había cumplido su amenaza:“Ramal que para, ramal que cierra”. Y así estamos, añorando trenes de los 50, 60 y 70 en pleno siglo XXI.
 

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