El terremoto de 1948 y el primer accidente ferroviario en el ramal C-14
SALTA 1 Dic(El Tribuno).- 00:29 A seis meses de la inauguración del ramal C-14, un sismo dañó un tramo del terraplén del Salar de Pocitos.
El terremoto de 1948 y el primer accidente ferroviario en el ramal C-14
SALTA 1 Dic(El Tribuno).- 00:29 A seis meses de la inauguración del ramal C-14, un sismo dañó un tramo del terraplén del Salar de Pocitos.
El terremoto de 1948 y el primer accidente ferroviario en el ramal C-14
La locomotora a vapor, venciendo con gran esfuerzo la cordillera de los Andes.
El 27 de septiembre de 1948, a solo siete meses de haberse inaugurado el Trasandino del Norte o Tren de Salta a Antofagasta, ocurrió el primer accidente. Fue cuando el tren que venía de Socompa a Salta, volcó en el Salar de Pocitos y murieron cinco personas.
Se trataba del tren de pasajeros N° 232 que era traccionado por la locomotora a vapor N° 859. Previamente había salido de Estación Socompa, donde luego de hacer las diligencias aduaneras, la formación partió rumbo a Salta conducida por el maquinista Laurentino Cinari y el foguista Mario Samaniego de solo 19 años. En el vagón del personal viajaban, entre otros, el maquinista Juan León Reyes y el foguista Cristóbal Gómez, quienes debían relevar más adelante al personal de conducción.
Cuando el tren marchaba a unos 35 kilómetros por hora, en pleno desierto, en el lugar conocido como “Salar del Diablo”, a 10 kilómetros de la estación, sorpresivamente parte de la formación descarriló, volcando la locomotora, el vagón tanque, dos furgones y un coche para pasajeros de segunda clase. Como resultado del vuelco fallecieron los foguistas Mario Samaniego y Cristóbal Gómez y los pasajeros, oriundos de San Antonio de los Cobres, Lizardo Mamaní, Pastora Nolasco y Fabio Agudo.
Al producirse el vuelco, el foguista Samaniego quedó aprisionado en la cabina de la máquina, recibiendo de lleno el vapor que escapaba por dos caños que se habían fisurado por el golpe. Pese a ello el joven foguista no abandonó los controles y antes de perder el conocimiento, logró cerrar las llaves de paso del petróleo que alimentaba la caldera.
En nuestra ciudad, al tomarse conocimiento del accidente mediante comunicación telegráfica, de inmediato se resolvió enviar hacia el “Salar del Diablo”, en pleno Salar de Pocitos, un cochemotor con los primeros auxilios y luego, un tren especial, mientras que desde Buenos Aires el gobierno nacional a través del Ministerio de Salud Pública, envió tres aviones sanitarios con médicos, enfermeros, plasma sanguíneo y penicilina para auxiliar los siete heridos que habían sido internados en Tolar Grande. Dos días después del accidente, regresó a Salta el tren especial con los cuerpos de los ferroviarios fallecidos. Al arribar la formación, todas las máquinas de la estación Salta la recibieron haciendo sonar en forma lúgubre sus silbatos, mientras la gente que se había reunido en los andenes, arrojaba flores sobre los ataúdes de los dos foguistas fallecidos.
Causas de las tragedia
Tratando de desentrañar las causas de esta primera tragedia del Trasandino del Norte, la prensa de aquel entonces recurrió a un técnico cartógrafo que había trabajado en la construcción del ramal. Era don Guillermo Chiericotti, quien en fecha reciente (1948) se le había conferido una medalla recordatoria por su importante labor cumplida en el C-14.
Como conocedor de las características de cada uno de los tramos del flamante ramal, don Guillermo desplegó sobre su mesa de trabajo, un plano donde con un círculo había ubicado el sitio del accidente. Luego, explicó con la seguridad de quien conocía palmo a palmo el terreno, que el lugar de la tragedia estaba en la entrada del salar del Salar de Pocitos. “Allí -siguió explicando- la vía corre sobre una horizontal casi absoluta a 3.500 metros sobre el nivel del mar. Constituye algo así como una olla, donde el riel, en dirección a Socompa, desciende por las laderas desde el abra de Chorrillos hasta el salar, y reanuda el ascenso para sortear por su abra, la aparentemente infranqueable sierra del Macón.
Aunque el desarrollo del riel en la montaña, por sus curvas y túneles acusa cierta peligrosidad, la reciedumbre del piso -roca viva- torna poco menos que imposible una tragedia si el convoy marcha con prudencia. Pero -agregó- el Salar de Pocitos es un tanto traicionero. Su suelo es flojo, y solo una capa de espesor relativo, acusa características de firmeza. A un metro de profundidad, el terreno es demás blando. Claro está -continuó- que se han tomado todas las providencias técnicas para salvar este inconveniente, ya que la vía corre por un terraplén muy bien compactado. Sin embargo -dijo- es posible que el terreno haya cedido por un movimiento telúrico intenso, algo no previsible”, concluyó.
Un terremoto
Efectivamente, hacía un mes y días que todo el norte argentino se había estremecido violentamente a causa del terremoto del 25 de agosto de 1948. Todos recordaron entonces la violencia de aquel movimiento telúricos cuyas consecuencias se comenzaron a percibir meses después cuando aparecieron los agrietamientos en alcantarillas y puentes, tanto en la red vial como ferroviaria.
El 27 de septiembre de 1948, a solo siete meses de haberse inaugurado el Trasandino del Norte o Tren de Salta a Antofagasta, ocurrió el primer accidente. Fue cuando el tren que venía de Socompa a Salta, volcó en el Salar de Pocitos y murieron cinco personas.
Se trataba del tren de pasajeros N° 232 que era traccionado por la locomotora a vapor N° 859. Previamente había salido de Estación Socompa, donde luego de hacer las diligencias aduaneras, la formación partió rumbo a Salta conducida por el maquinista Laurentino Cinari y el foguista Mario Samaniego de solo 19 años. En el vagón del personal viajaban, entre otros, el maquinista Juan León Reyes y el foguista Cristóbal Gómez, quienes debían relevar más adelante al personal de conducción.
Cuando el tren marchaba a unos 35 kilómetros por hora, en pleno desierto, en el lugar conocido como “Salar del Diablo”, a 10 kilómetros de la estación, sorpresivamente parte de la formación descarriló, volcando la locomotora, el vagón tanque, dos furgones y un coche para pasajeros de segunda clase. Como resultado del vuelco fallecieron los foguistas Mario Samaniego y Cristóbal Gómez y los pasajeros, oriundos de San Antonio de los Cobres, Lizardo Mamaní, Pastora Nolasco y Fabio Agudo.
Al producirse el vuelco, el foguista Samaniego quedó aprisionado en la cabina de la máquina, recibiendo de lleno el vapor que escapaba por dos caños que se habían fisurado por el golpe. Pese a ello el joven foguista no abandonó los controles y antes de perder el conocimiento, logró cerrar las llaves de paso del petróleo que alimentaba la caldera.
En nuestra ciudad, al tomarse conocimiento del accidente mediante comunicación telegráfica, de inmediato se resolvió enviar hacia el “Salar del Diablo”, en pleno Salar de Pocitos, un cochemotor con los primeros auxilios y luego, un tren especial, mientras que desde Buenos Aires el gobierno nacional a través del Ministerio de Salud Pública, envió tres aviones sanitarios con médicos, enfermeros, plasma sanguíneo y penicilina para auxiliar los siete heridos que habían sido internados en Tolar Grande. Dos días después del accidente, regresó a Salta el tren especial con los cuerpos de los ferroviarios fallecidos. Al arribar la formación, todas las máquinas de la estación Salta la recibieron haciendo sonar en forma lúgubre sus silbatos, mientras la gente que se había reunido en los andenes, arrojaba flores sobre los ataúdes de los dos foguistas fallecidos.
Causas de las tragedia
Tratando de desentrañar las causas de esta primera tragedia del Trasandino del Norte, la prensa de aquel entonces recurrió a un técnico cartógrafo que había trabajado en la construcción del ramal. Era don Guillermo Chiericotti, quien en fecha reciente (1948) se le había conferido una medalla recordatoria por su importante labor cumplida en el C-14.
Como conocedor de las características de cada uno de los tramos del flamante ramal, don Guillermo desplegó sobre su mesa de trabajo, un plano donde con un círculo había ubicado el sitio del accidente. Luego, explicó con la seguridad de quien conocía palmo a palmo el terreno, que el lugar de la tragedia estaba en la entrada del salar del Salar de Pocitos. “Allí -siguió explicando- la vía corre sobre una horizontal casi absoluta a 3.500 metros sobre el nivel del mar. Constituye algo así como una olla, donde el riel, en dirección a Socompa, desciende por las laderas desde el abra de Chorrillos hasta el salar, y reanuda el ascenso para sortear por su abra, la aparentemente infranqueable sierra del Macón.
Aunque el desarrollo del riel en la montaña, por sus curvas y túneles acusa cierta peligrosidad, la reciedumbre del piso -roca viva- torna poco menos que imposible una tragedia si el convoy marcha con prudencia. Pero -agregó- el Salar de Pocitos es un tanto traicionero. Su suelo es flojo, y solo una capa de espesor relativo, acusa características de firmeza. A un metro de profundidad, el terreno es demás blando. Claro está -continuó- que se han tomado todas las providencias técnicas para salvar este inconveniente, ya que la vía corre por un terraplén muy bien compactado. Sin embargo -dijo- es posible que el terreno haya cedido por un movimiento telúrico intenso, algo no previsible”, concluyó.
Un terremoto
Efectivamente, hacía un mes y días que todo el norte argentino se había estremecido violentamente a causa del terremoto del 25 de agosto de 1948. Todos recordaron entonces la violencia de aquel movimiento telúricos cuyas consecuencias se comenzaron a percibir meses después cuando aparecieron los agrietamientos en alcantarillas y puentes, tanto en la red vial como ferroviaria.
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