Los “hombres del ferrocarril”, otra historia
SAN RAFAEL Mendoza 17 Jul(San Rafael).-Este fin de semana se caracterizó por el viento fuerte que corrió en todo San Rafael y especialmente por el frío, que tomó un protagonismo mayor. Un invierno con todas las letras, que presentó una ciudad con tierra y muchas hojas suspendidas en el aire. Desde el diario nos acercamos a las inmediaciones del museo Ferroviario, ubicado en la estación ferroviaria, donde dialogamos con dos de los tres hombres que pasan gran parte de sus días en aquel lugar.
Cuando llegamos, Daniel, uno de ellos, estaba acostado sobre un cartón extendido en el piso de cemento, tapado con una pequeña manta de polar. Nos presentamos y accedió a entablar una charla que, entre lágrimas y risas, se tornó agradable. “Yo me llamo Navarro Daniel, tengo 64 años”, comenzó contando uno de los hombres que rápidamente quiso sumar a otro de sus amigos, compañero de infortunio. Por eso nos acercamos al viejo tren conocido como “el sanrafaelino”, allí adentro dormía Cristian, quien se incorporó a la charla que habíamos empezado con Daniel. “A nosotros nos da un lugar para dormir y bañarnos todos los días el padre Rodolfo, de calles Castelli y Alsina”, expresaron agradecidos, y con emoción narraron sobre sus días.
“Yo nunca tuve novia, ni me case ni nada, sólo viví con mis padres... hasta que murieron y me quedé solito” contó Daniel, segundos antes de que se le llenaran los ojos de lágrimas. Levantamos su ánimo cuando le preguntamos por su salud: “muy buena, excelente”, dijo orgulloso.
Son hombres carenciados, sin techo propio, que duermen muchas veces entre las plantas del lugar, sobre el viejo tren, incluso bajo la máquina. Por eso cuando le preguntamos sobre sus necesidades, Daniel indicó: “todo lo que la gente nos pueda dar, llévenlo al hogar del padre Rodolfo; mercadería, abrigos, todo para el hogar”.
Ellos sienten la necesidad de agradecerle al sacerdote su hospitalidad. Según los hombres, el padre Rodolfo los alberga cada noche y hasta las ocho de la mañana del día siguiente. Allí duermen calentitos, se bañan y desayunan, después se dirigen al ferrocarril donde pasan todo el día. Algunas vecinas les acercan algo caliente para tomar. El lugar también es de encuentro con amigos “que se acercan a charlar, contar chistes y reírse un poco”, cuentan. En las mañanas, cuando se llena de turistas y vendedores, Daniel hace sus deberes: “barremos, dejamos todo limpito”, asegura.
José Luis, Cristian y Daniel, tres hombres que viven a la vera del museo ferroviario, se acompañan unos a otros y comparten penas y alegrías.
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