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domingo, 6 de diciembre de 2020

Ferrocarriles

Nuestros ferrocarriles: especulaciones acerca de su futuro

ENTRE RIOS 6 Dic(El Entre Rios).-Ocuparnos, como hacemos en esta nota editorial, de la más apropiada manera de mejorar el desplazamiento de personas y mercaderías en los momentos actuales, no es descabellado aunque suene disparatado, si se tiene en cuenta nuestra situación de acrecentado agobio, que se vive como consecuencia de la actual coyuntura.

En tanto, contra lo que parece una mirada plausible, vinculada con el actual estado de cosas, se nos ocurre que al argumentar de esa manera, hemos perdido esa enorme “cantidad de tiempo disponible” consecuencia de la cuarentena más larga del mundo que hemos vivido – la que es una decadente prueba de que seguimos pensando “a lo grande”, como en su tiempo lo hicimos al auto complacernos con el hecho que contaríamos con la calle más larga del mundo, cual sería la porteña Rivadavia, y la avenida más ancha del mundo, que sería el caso de la 9 de Julio, también de nuestra ciudad capital.

Lo que acontece es que tenemos serias dudas en que hayamos, obviamente dentro de los ámbitos especializados gubernamentales, empleado ese “capital temporal ocioso”, en avocarnos a la elaboración de programas que hacen a un futuro mejor para nuestro país, y que estuvieran en condiciones de convertirse en “políticas de estado”, una expresión con la que nos regodeamos al escucharla, pero pocas veces las vemos llevar al plano de los hechos ciertos y concretos.

Y que las cosas son de ese modo resulta harto evidente, si se tiene en cuenta que ello significa contar con el consenso generalizado de todos los grupos políticos y sociales de nuestra sociedad para fijar los lineamentos a seguir durante un largo plazo –independientemente de los cambios que puedan darse en los mandos gubernamentales- en específicos ámbitos de la acción estatal, teniendo en miras optimizar nuestro futuro. Nada más ni nada menos que eso, en contraste con nuestra situación actual que, cuando no está volcada a atender “el día a día”, lo que es peor aún es que en innumerables aspectos se traduce en un recurrente mecanismo de “idas y venidas”.

Con el agravante que, cuando no se actúa de esa manera, se procede mirando hacia adelante con la impresión de que lo hacemos con un retrovisor. Ya que de otra manera no se explican situaciones como las que se dan en la regulación del “trabajo a distancia” –una de las escasas cosas positivas que nos está dejando la pandemia- la que, como quedó concebida en su forma definitiva por el Congreso de la Nación, ha quedado desnaturalizada por la obligación de dejarle preparado a quien trabaja desde su casa, un escritorio y un sillón en su lugar antiguo de trabajo, ante la posibilidad de que sienta añoranzas y decida volver a ocuparlo.

O la política sistemática que ha emprendido de una manera que presenta como casi su mayor logro en ese ámbito, con la que se ha destruido el sistema de vinculación en la mayor parte del país, a través del contacto con aerolíneas conocidas como “de bajo costo”. Todo lo que haga falta, según se ha escuchado, con tal de poder seguir incrementando las pérdidas monstruosas que genera nuestra “línea de bandera”.

Y en casos parecidos, cuando caemos en un casi ya olvidado delirio de Carlos Saúl Menem que, ante un grupo de escolares jujeños, explico cómo se podía ir de allí al Japón en un periquete, cohete impulsor mediante; o el tiempo que se perdió en la idea del “tren bala”, que nos colocaría a la altura de tantos países avanzados, cuando ni siquiera nos preocupábamos de conservar las vías ya existentes.

Por su parte, nuestro interrogante bien intencionado, aunque seguramente es tan solo consecuencia de nuestra notoria condición de profano con respecto al tema, tiene que ver si los fondos públicos que se anuncian van a ser aplicados en la construcción de autopistas y caminos, no se los desvía orientándolos de manera que lleguemos a contar con un sistema ferroviario digno de ese nombre.

Y si hablamos de “desvío” de los fondos estatales a aplicar en inversiones, no es porque consideremos que no merece atención el sistema carretero, ni mucho menos porque tengamos una ojeriza especial para lo que ahora se ha convertido, partiendo de don Hugo, en el “clan Moyano”, sino dado el hecho de que, como nadie ignora, “la frazada es corta”, y se debe atender un objetivamente correcto orden de prioridades.

En un primer momento –es que hace tiempo que habíamos venido rumiando acerca del tema- también tuvimos en cuenta la necesidad de ampliar o mejorar el servicio que presta la hidrovía, pero afortunadamente –por ahora al menos- no resulta necesario atender a ese aspecto del tema, dado que los funcionarios actuales habrían desistido de su propósito inicial de estatizar el servicio que con ella se presta, y sus intenciones se reducen a buscar la manera de ejercer un control más eficiente de la manera en que se presta el servicio concesionado.

Debemos reconocer que despierta temores el lanzarse a pensar en proyectos en materia ferroviaria, pero partimos de la base, que quienes se ocuparían del tema no serían nada parecidos a Jaime, Baratta o Urribarri.

Es que, desde siempre, hasta en los libro de texto que se ocupan de nociones básicas de economía, se viene señalando que entre los medios de transporte disponibles en materia de carga, tanto el ferroviario como el que se hace por vía acuática son los que resultan los más económicos, partiendo lógicamente de la base – que debemos reconocer que entre nosotros no resulta obvia- que la gestión de ese tipo de servicios se efectúe de acuerdo a reglas, que se hallan presentes en toda administración eficiente.

Dos son las dificultades que presenta la circulación en las mejores condiciones, las de facilidad en el desplazamiento y su costo.

Es que contando con una logística competitiva, mediante la utilización de estos tipos de transporte, asistiríamos a un fenómeno que cabría considerar paradojal, ya que de esa manera tendríamos la impresión de asistir en forma simultánea a un país que, a la vez que “se achica, se lo ve agrandarse, o “achicarse y volverse a agrandar”.

Plantear las cosas de este modo es comprensible, dado que desde el punto de vista de las exportaciones de gran parte de nuestra producción, los puertos de salida al exterior se encuentran en nuestro litoral, que se despliega hasta Buenos Aires, dado lo cual en nuestro interior más profundo los altos costos de transporte vuelven, sino inviable, algo que también es el caso, problemática la salida de su producción, por más eficiente que resulte su costo. De donde, para muchas regiones de nuestro país, de nada les resulta producir hasta con altos rindes y costos bajos si el del transporte automotor, se “come” hasta una suma mayor del precio de lo que se produce.

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