miércoles, 21 de octubre de 2020

El ferrocarril:

El ferrocarril: inicios y breve historia en el sur mendocino

MENDOZA 21 Oct(Los Andes).-La mayoría de las estaciones del ferrocarril, siguen en pie. Éstas aún esperan el chirrido incomparable de los rieles al paso del legendario tren. Es algo que los lugareños también añoran y creen que algún día quizás vuelva aquel medio de transporte que acompañó a los inmigrantes y llevó el progreso a los pueblos.

El ferrocarril: inicios y breve historia en el sur mendocino.

Como introducción a este tema señalaré que el primer ferrocarril público del mundo, fue inglés. Se extendió la vía férrea Stockton-Darlington, en el noroeste de Inglaterra, y se inauguró en 1825. Comenzó con el transporte de carga y muchas veces se utilizaban caballos para tirar de los vagones. En 1830, se inaugura la línea Liverpool- Manchester y así comienzan a usarse únicamente las locomotoras a vapor, dejando de lado el antiguo método de tracción a sangre.

Esta fue la primera línea para transportes de pasajeros y cargas. Pero veamos qué aconteció en nuestro país, por supuesto muy emparentado a los acontecimientos de Inglaterra. En 1853, ante los sucesos referidos, en Buenos Aires, unos pocos comerciantes, entre ellos algunos descendientes de ingleses, se organizan con la idea de crear el ferrocarril en Argentina y se conforma la “Sociedad Camino de Hierro”. Dicha entidad solicita al gobierno la concesión para comenzar a trabajar en la construcción del ferrocarril, que no sólo sería de pasajeros, sino también de carga y una locomotora a vapor. El gobierno lo avala y en 1854 queda instituida la Sociedad Camino de “Fierro” de Buenos Aires al Oeste para poner en marcha el ambicioso proyecto. Se logró el propósito y en Inglaterra, se hace construir, la primera locomotora, con un peso de 15.750 kilos que desarrollaba una velocidad de alrededor de 25 km por hora. La historia dice que para trasladar esta mole de hierro, desde el puerto de Buenos Aires, a la estación del ferrocarril, se necesitaron 30 bueyes. A esta locomotora a vapor, se le dio el nombre de “La Porteña”.

Damos un salto en el relato y nos situamos en los años comprendidos entre 1870 y 1914. Fue en ese período cuando se construyó gran parte de la red ferroviaria argentina con capital inglés, francés y argentino. Se llegaron a extender casi 47.000 km de vías férreas. Esto fue un gran acontecimiento para nuestro país, quizás el más grande del siglo XIX. El primer recorrido fue inaugurado el 29 de agosto de 1857, en medio de un gran festejo donde se vieron globos y banderas adornando calles, plazas y balcones. Este primer viaje estuvo a cargo del maquinista italiano Alfonso Codazzi y su recorrido se hizo en Buenos Aires, desde la estación del Parque hasta Floresta. Allí también tuvieron un colorido recibimiento en medio de aplausos y gritos de júbilo. Como pasajeros invitados al grandioso acontecimiento, se encontraba el gobernador de Buenos Aires de ese entonces, el doctor Pastor Obligado y otros personajes de la historia, como Valentín Alsina, el general Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Dalmacio Vélez Sarsfield, Estanislao del Campo y algunos otros invitados especiales, como el cacique José María Yanquetruz, que puso un detalle de color al estar vestido con un uniforme militar argentino.

Al principio el ferrocarril se componía de la locomotora, 12 vagones de carga y cuatro coches de pasajeros, cómodos y lujosos para la época. Las lámparas de aceite que daban luz a las unidades, producían un detalle de excelencia y sofisticación. El pasaje costaba $10 en primera y el que se consideraba de segunda, por ser un coche descubierto, valía $5.

En 1885, durante la presidencia de Roca llega a la Ciudad de Mendoza el Ferrocarril Gran Oeste Argentino, con el presidente de la Nación y su comitiva. En su discurso, el general Roca expresa el deseo de extender la vía férrea, pasando por varios departamentos hasta llegar a San Rafael, pero eso no ocurrió hasta 1900, cuando se empieza a trabajar un nuevo proyecto que aprueba la Cámara de Diputados de la Nación. Se da comienzo a los trabajos de las vías férreas y se pone en marcha la locomotora Nº 315. Y por fin, en agosto de 1903, después de muchos entretelones, el tren llega a Cuadro Nacional. Más tarde, el 8 de noviembre de ese mismo año, recala el primer tren, a San Rafael, con una comitiva especial, que fue recibida por autoridades de aquel lugar. El recibimiento fue como en todos los sitios donde llegaba el majestuoso vehículo de hierro. Mucha gente, algarabía, mientras la Banda de Músicos Provincial dejaba elevar sus sones. San Rafael ya tenía su tren. Hoy la locomotora 315 goza de su merecido descanso, en el lugar donde en el siglo pasado arribara por primera vez, y hoy, es donde descansa como un elemento de museo.

Damos otro salto en el tiempo y nos vamos al departamento de General Alvear, que en sus comienzos era Colonia Alvear. En aquella incipiente pero prometedora región, los lugareños se vieron favorecidos por tres líneas férreas que los conectaban con diferentes lugares, El F.C. Pacífico en prolongación desde Buena Esperanza (San Luis), F.C. del Oeste, desde Villegas (Buenos Aires) y Ferro Carril Gran Oeste Argentino, que desde la Dormida (noreste de la provincia de Mendoza) conectaba con el ramal San Rafael-Victorica.

También deberíamos recordar que, en 1912, en Monte Comán, se construyeron las vías que irían hacia Colonia Alvear Oeste y otros puntos del sur mendocino

No se puede negar que el tren fue, para el interior del país, un medio indiscutible en el desarrollo de los pueblos. No sólo sirvió para acortar distancias ya que en aquellos tiempos los viajes eran largos y tortuosos, sino que comenzó a moverse, favorablemente, la economía. Los más beneficiados quizás fueron los agricultores, ya que los productos del agro, transportados por ese medio de transporte, llegaban al mercado de Buenos Aires más frescos y en mejores condiciones de ventas.

Y un poco más cerca de nuestros días, nos proyectamos a Bowen, (1945-1965) donde algunos años fueron de cosechas extraordinarias, se veían largas filas, de dos o tres cuadras de camiones y también carros tirados por caballos para llegar a la planchada, donde arrimaba el tren para poder cargar los productos recién cosechados. Según testimonios de lugareños, se cargaba tres días a la semana: lunes, miércoles y sábado. Los trenes cargueros que salían rumbo a Buenos Aires, lo hacían uno de mañana y otro de noche. El tren de la mañana por lo general, cargaba cuarenta vagones. Además, habían trenes de pasajeros, tres veces por semana, que hacían el recorrido por pueblos de San Luis y La Pampa hasta llegar a la Capital Federal. En ese tiempo, también estaba el servicio de pasajeros del llamado Coche Motor que salía dos veces por día, hacia la ciudad de Mendoza.

Pero, lamentablemente, lo bueno también llega a su fin y los habitantes de Bowen, un día se despertaron con la noticia de que el tren ya no funcionaría más. Pasó el tiempo y lo inevitable llegó. Un día de 1977, el 25 de setiembre, para ser más precisos, por iniciativa del señor Enore De Monte, se distribuyeron volantes por todo el pueblo y sus alrededores. Allí estaba escrito un pedido especial: "El pueblo de Bowen (Mendoza) se reunirá en el andén de la estación el 25 de setiembre de 1977 a las 16 para despedir al último tren. “Sea solidario, no falte a la cita”.

Por supuesto, que los vecinos acudieron a la cita ocupando todo el andén y parte de la calle. Aquel día que se despidió el último viaje del “Ranquelino”, fue, como despedir a un amigo muy querido. El andén se colmó de gente, algunos emocionados, con pañuelos en sus manos haciendo el gesto del adiós. Se terminaba el dulce placer de la espera del tren. La llegada, o despedida de amigos o parientes que visitaban nuestro pueblo era una hermosa ocasión para tomarse un tiempo de esparcimiento. Aquel era un lugar de encuentro; lo mismo que ahora cuando se va a un café, en ese entonces se iba a la estación, no importaba si llegaba o salía alguien de su entorno. Lo importante era encontrarse con los vecinos o amigos. Era un paseo más. Pero llegó el día que los chirridos de la mole de hierro se acallaron, las vías se cubrieron de malezas y la estación se quedó sola.

No obstante, la mayoría de las estaciones del ferrocarril, siguen en pie, a pesar de que algunas están usurpadas o descuidadas, a otras se les dio una hermosa utilidad para los pueblos, como lo es la estación de Bowen donde funciona el Museo del Inmigrante. Éstas aún esperan el chirrido incomparable de los rieles al paso del legendario tren. Es algo que los lugareños también añoran y creen que algún día quizás vuelva aquel medio de transporte que acompañó a los inmigrantes y llevó el progreso a los pueblos. Ahora está todo muy difícil, pero sabemos que antes de los hechos desafortunados que nos toca vivir este último tiempo, se realizaron importantes reuniones con el Consorcio Ferroviario Unión Pacífico integrado por los municipios que atraviesa el FF CC Sarmiento, y empresas chinas para la puesta en funcionamiento del ramal entre Realicó, La Pampa y General Alvear. Las tratativas fueron avanzando positivamente, pero creo que nos ganó la pandemia.

*La autora es escritora y guionista.

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