domingo, 29 de marzo de 2020

Viaje en Tren

Un viaje en tren desde Jáchal a San Juan

Gracias a la generosidad de José Luis, su hermano, tengo en mis manos un ejemplar del libro

SAN JUAN 29 Mar(Diario de Cuyo).-"Pensamientos, y recuerdos para sonreír", de Alfredo Carbajal Moll. Jachallero, fue profesor superior de piano, teoría y solfeo, docente musical, compositor, letrista, director de orquestas, integrante de la sinfónica de San Juan, director de la Banda de Policía. Compuso el Himno a San Juan, y fue autor entre otros temas del vals "Recordando mi San Juan". El libro es un recorrido por memorias de su niñez y me ha resultado de especial interés, que quiero transmitirles, uno de sus capítulos que tituló "El viaje".

En el mismo narra la primera vez que, en tren, viajó desde su Jáchal natal, hacia la ciudad de San Juan. Su lectura es amena, fácil, y describe un ambiente que hoy parece surrealista, que nos hace pensar, con el poeta, "como a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor". Sensación que se agudiza en estos días de cuarentena, uno de cuyos pasatiempos es revisar papeles viejos y fotos, que al mirarlas nos hacen reflexionar qué felices éramos en esos tiempos, cuidadosamente conservados en un blanco y negro impregnados de ayer.

"Un recuerdo caro para mis sentimientos -escribe Carbajal- es el primer viaje de mi pueblo (Jáchal) a San Juan. Adolescente, con pantalones cortos, me animé a la gran aventura. Un viaje en el cual se perdía la noción del tiempo. Temeroso y ansioso veía pasar las horas. Fue en el tren Belgrano, que tenía los asientos de madera, y la máquina se alimentaba con leña y ramas. Como era un día caluroso, el guarda recorría el vagón con damajuanas de agua y un jarro de lata, invitando a beber a los pasajeros. Este personaje, ya bautizado como el aguatero, continuaba su andar pregonando: agua fresquita y es gratis. Las estaciones eran muchas y en cada una el tren paraba para cargar agua.

Entonces el guarda nos comunicaba con estruendosa voz: próxima parada, una hora de descanso. Esta ocasión era aprovechada por las señoras que bajaban con impresionantes canastas, para merendar con los productos de nuestro pueblo, como las deliciosas tortitas jachalleras, sopaipillas, quesillos, chuningos, patay, cocho y la refrescante bebida elaborada con algarroba (añapa). También tenían lujosa presencia los mates artesanales de plata.

Los hombres tendían mantas en el piso, dispuestos a partidas de naipes. No faltaba la famosa partida de truco, en la que también participaban el maquinista, el foguista y el guarda. Los jóvenes enamorados, se internaban en el monte para recoger flores silvestres. La parada en la estación El Balde a mitad de camino, era apoteósica. Vecinos del lugar se acercaban a compartir, algunos con instrumentos musicales, y todo se transformaba en una fiesta, donde no faltaba el baile. Y así transcurría el fantástico viaje. Al arribar a nuestro destino, la estación Belgrano, un gentío nos esperaba. Curiosos, parientes y amigos, que eufóricamente nos saludaban, algunos agitando su sombrero. Había caballos, sulkys, coches de plaza.

Los pasajeros nos abrazábamos y nos prometíamos visita pues ya éramos grandes amigos. Quedaban estampados en el coche, dibujos de iniciales, flechas y corazones. Mientras la máquina dormitaba, ansiosa esperaba su vuelta a los pagos jachalleros, para disfrutar, mezclada entre poetas y músicos serenateros".

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