domingo, 1 de septiembre de 2019

Hacedores de la Argentina:

Hacedores de la Argentina: ingenieros ferroviarios que cambiaron el país
 

SANTIAGO DEL ESTERO 1 Sept(El Liberal).-José Ortega y Gasset, el gran filósofo español del siglo XX, en una de sus tantas conferencias dictadas en sus visitas a la Argentina, pronunció una frase que se convirtió en un campanazo permanente cuando de abordar los problemas argentinos se trata: “Argentinos, a las cosas”.

Una forma muy elegante que tuvo el madrileño de proponer a los habitantes de esta tierra que dejáramos el diletantismo por la discusiones sin objeto y nos propusiéramos modificar verdaderamente la realidad. Y sin duda, los tres personajes a los que nos dedicaremos hoy, son “argentinos que se dedicaron a las cosas”, aportando sus conocimientos profesionales a la resolución de grandes problemas, convertidos por ellos en grandes soluciones.

RÓMULO OTAMENDI

En los tiempos de la Constitución Nacional, nace en 1852 Rómulo Otamendi y Borches en Buenos Aires. Es uno de los ocho hijos del matrimonio formado por Eladio José Pastor Otamendi y de María del Pilar Borches, y son pocos son los aspectos que se conocen de la biografía de este hacedor, pero es notable su trascendencia en el tiempo. Se recibe de ingeniero civil en la Universidad de Buenos Aires, y se destaca como proyectista ferroviario, a la vez que consolida una posición como empresario del rubro, que le permite participar de varios directorios de empresas de capital británico, nacional y francés. Se casa con Matilde Carballo y Pereira.

Sus vínculos lo convierten en una referencia del urbanismo moderno, y el fundador de un balneario al sur de Mar del Plata, en el partido de General Alvarado, don Fortunato de la Plaza, lo contrata para el diseño de la nueva ciudad. Así, a imitación de la ciudad de La Plata, pero con originalidades, Otamendi diseña el plano de Miramar, que comienza a construirse en 1888. Por entonces, Otamendi trabaja por encargo para varios ferrocarriles, fundamentalmente aquellos que en Santa Fe pertenecen a franceses y belgas.

En 1904 se constituye en París una sociedad llamada “Compagnie Générale de Chemins de Fer dans la Province de Buenos Aires”, destinada a tender líneas ferroviarias de trocha métrica (1 m. entre rieles), capitalizada por bancos franceses y belgas. Al conformarse el directorio local en Buenos Aires, se eligió al belga Casimiro De Bryn y al ingeniero argentino Rómulo Otamendi, este último debido a la relación amable que ya existía con los capitalistas franceses.

A principios del siglo XX, Otamendi compra el palacio Belgrano, en San Fernando, destinándolo a residencia veraniega, lo que trocó el nombre de la construcción a palacio Otamendi, como es conocido en la actualidad. En 1909 la desgracia toca a la puerta de los Otamendi, y Estela Matilde, su única hija, muere. Allí se decide la donación para beneficencia en favor de la niñez y se crea un instituto llamado “Estela Otamendi”. Hoy el edificio está abandonado, en poder del Estado nacional.

Rómulo Otamendi muere en 1934 y es sepultado en el cementerio de la Recoleta, en uno de los mausoleos monumentales más exquisitos de la necrópolis, junto a su esposa y su hija. Las tierras que el ferrocarril le entregara por sus trabajos, en el partido de Campana, quedan para la posteridad, y en ellas se instala desde 1990 la reserva natural “Otamendi”, que es regenteada por la Administración de Parques Nacionales, y una de cuyas partes fue destinada a la creación del parque nacional “Ciervo de los Pantanos”.

Para todos aquellos que han viajado desde la estación Retiro de Buenos Aires, rumbo a Santiago del Estero o La Banda, en el mítico tren “Estrella del Norte”, el recuerdo del largo cartel de la estación “Ingeniero Rómulo Otamendi” a lo largo del andén era una postal curiosa en el inicio del viaje, en el atardecer, cuando la locomotora y los coches iban devorando kilómetros, cada día, a lo largo de más de sesenta años. El municipio de Campana, en Buenos Aires, lo declaró en 2018 “Ciudadano Ilustre” en homenaje a las varias obras de progreso social que realizara en esa comunidad.

GUIDO JACOBACCI

Uno de las estaciones ferroviarias más emblemáticas de la Patagonia es “Ingeniero Jacobacci”, ubicada en el ramal que une Viedma con San Carlos de Bariloche. Y debe su nombre al ingeniero ferroviario italiano Guido Jacobacci, que nació en Módena, el 1 de noviembre de 1864. Estudió ingeniería civil en la Escuela Politécnica de Turín, donde se graduó en 1886. Comenzó a trabajar en los ferrocarriles italianos bajo la tutela del ingeniero Giovanni Pelleschi, quien se traslada a la Argentina y manda a llamar a Guido, que viaja en 1889.

Jacobacci comienza a trabajar en el tendido del ferrocarril de Villa María a Bahía Blanca, luego de revalidar su título universitario en 1891. Pelleschi se convierte en su suegro cuando en 1893 Guido se casa con Cesira, hija de su jefe. Como curiosidad Pelleschi pone el nombre de su hija a una de las estaciones del ramal, y es hoy una localidad cordobesa: “La Cesira”. El matrimonio tendrá cuatro hijos: Juan, Jaime, Alfredo y Ernestina, que a su vez tendrán una numerosa descendencia.

Jacobacci pasa a trabajar en el departamento de ingenieros de la Dirección de Ferrocarriles desde 1894, que en 1898 pasa a depender del recién creado Ministerio de Obras Públicas. Allí planificó la construcción del ramal Patquía – Chilecito, en La Rioja; Villa de Soto – Villa Dolores, en Córdoba, no construido; y Deán Funes – Rosario. A su vez tuvo a su cargo el diseño de la red ferroviaria del puerto de Buenos Aires, y el primer proyecto de la red subterránea porteña.

Pero su gloria como hacedor llegará cuando en 1908 es nombrado jefe de los ferrocarriles patagónicos, y como tal es encargado de encarar la construcción de los ramales prescriptos por la ley 5555 de fomento de los territorios nacionales, un proyecto escrito por José María Ramos Mejía y Francisco P. Moreno. El 13 de noviembre de ese año Jacobacci desembarcó en San Antonio Oeste con 110 hombres, rieles, durmientes y herramientas para comenzar inmediatamente el tendido del ramal “del puerto de San Antonio al lago Nahuel Huapí”, que iba a continuar desde la cordillera hasta Puerto Deseado.

Sólo un año después ya se habían construido 110 km de vías. En el año del Centenario de la Revolución de Mayo, el presidente José Figueroa Alcorta llegó a San Antonio, junto al ministro de Obras Públicas José M. Ramos Mejía. En el puerto patagónico la comitiva presidencial fue recibida por Jacobacci, y juntos los tres funcionarios inauguraron el ramal hasta Valcheta. Figueroa Alcorta dijo en la ocasión: “En 1810 se abrió a la vida una nueva nación, en 1910 se abre a la vida una nueva región”. Esa nueva vida regional estaba bajo la responsabilidad de Jacobacci.

En 1913 ya llegaban las vías al km 392, pero al año siguiente se detuvieron las obras por las consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial. Jacobacci renunció a su cargo, a pesar de lo cual las obras llegaron al km. 448. Sin embargo, y mientras tanto, el rey Vittorio Emanuelle III lo condecoró como “Caballero de la Orden de la Corona de Italia”, en 1911. En 1914 viaja con sus hijos mayores a Florencia, donde esperaba que los jóvenes estudiaran, pero el estallido de la gran guerra hace que los Jacobacci regresen a la Argentina. Llevado por un nuevo desafío ingenieril, se trasladó a Andalgalá, Catamarca, donde un cáncer lo venció, a los 57 años, el 10 de junio de 1922. Su cuerpo llegó en tren a Buenos Aires y fue sepultado en el cementerio de la Recoleta.

La población que surgió a la vera del km 448 del ferrocarril, que detuvo su construcción por quince años, pidió llevar su nombre en el lugar hasta donde llegó la mano maestra de Jacobacci. Una resolución del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, impuso el nombre de “Ingeniero Jacobacci” al paraje de Huahuel Niyeo el 26 de enero de 1925 y ordenó la construcción de una estación. La inauguración del ramal a San Carlos de Bariloche en 1934 le dio el primer timbre de honor a la estación, que llegó a su cumbre cuando se habilitó el servicio a Esquel, en 1945, recorrido del mítico tren “La Trochita”, aún en funcionamiento parcial y uno de los más conocidos ferrocarriles argentinos en el mundo.

Como homenaje, el pueblo de Jacobacci, en la “línea sur” de Río Negro, logró que el 14 de setiembre de 2004, partieran sus restos desde Buenos Aires, y en Viedma fueran embarcados en un tren especial, que llegó al pueblo que lleva su nombre. Hoy Jacobacci reposa en el cementerio patagónico, en un monumento levantado en su honor, que sus familiares (bisnietos y tataranietos) suelen visitar para alegría de los pobladores. Hace poco tiempo, fue recuperada su casa en San Antonio Oeste, y se fundó un museo en su homenaje, que está a cargo de la Fundación Félix Azara. El nombre de Jacobacci además es el de muchas calles, algunas escuelas y varias plazas en todo el país.

Por Eduardo Lazzari - Historiador

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