domingo, 2 de junio de 2019

La revolución de los trenes

La revolución de los trenes

RESISTENCIA Chaco 2 Jun(Diario Norte).-En la Argentina hay pueblos y ciudades que, desde sus orígenes, se identificaron con un sonido en particular.

Un sonido que para otros podrá parecer un simple ruido, pero que para los habitantes de estos lugares tiene un significado especial porque es un sinónimo de movimiento, de progreso, de argentinos trabajando. Por muchos años ese sonido se apagó. Y con él, se apagaron luces y se cerraron puertas. Pero si hay algo que se mantuvo vivo en muchos rincones de nuestro país a pesar del paso del tiempo fue el deseo de que la bocina del ferrocarril volviese a sonar.

Hace algunas semanas, por primera vez el Belgrano Cargas transportó en solo tres días cien vagones desde la provincia de Salta hasta los puertos de Timbués, en Santa Fe. Cien vagones repletos del fruto de nuestro trabajo. Viajó 1.180 kilómetros, pasando por Chaco y Santiago del Estero, en una serie de pruebas que está llevando adelante Trenes Argentinos Cargas para que, a partir de septiembre, esto sea algo habitual y los productores del noroeste puedan transportar un 50% más de carga en una sola formación.

Cuando llegamos al gobierno, este trayecto tomaba hasta quince días y se hacía con alrededor de cuarenta vagones menos. Las locomotoras y los vagones estaban en mal estado y el tren tenía una velocidad promedio de 15 kilómetros por hora. Y las vías, en 17 de nuestras provincias, estaban deterioradas y descuidadas. Así, poco a poco las estaciones y los talleres se fueron transformando en museos que ilustraban un capítulo olvidado de nuestra historia.

Hoy podemos decir que ese abandono ferroviario se acabó.

Hoy los trenes argentinos están en marcha. En la línea Belgrano, renovamos 711 kilómetros de vías y tenemos otros 400 en obra. También modernizamos la flota con locomotoras y vagones nuevos. Y lo más importante es que, a partir de este plan integral, generamos 3.700 empleos directos: son miles de historias que cambian de la mano de un buen trabajo y que, a su vez, impulsan la rueda para cambiarles la vida a otros argentinos.

También volvimos a poner en marcha talleres ferroviarios históricos, como los de Mechita y Tolosa en la Provincia de Buenos Aires, lugares que habían sido un eje central de movimiento para sus pueblos y con el tiempo habían quedado echados a su suerte. Ahora que están vivos nuevamente, ahí van a fabricarse y repararse más coches y se van a hacer los trabajos para garantizar que los argentinos viajen con seguridad.

Vivimos en un país grande y diverso y muchas —la mayoría— de nuestras economías regionales se desarrollan lejos de los puertos, lo que las hace menos competitivas si no contamos con una infraestructura y un sistema logístico a la altura de nuestras capacidades. Necesitamos cubrir distancias muy extensas para estar verdaderamente conectados y para llegar con todo lo que producimos a los distintos rincones de la Argentina y al mundo.

Por eso, juntos estamos llevando adelante esta revolución de los ferrocarriles, pero que no es la única. En estos tres años y medio también marcamos un antes y un después en autopistas y rutas, en aeropuertos, aviones y puertos, con la conectividad 4G e Internet. Y todo apunta en la misma dirección: a generar desarrollo y oportunidades ahí donde cada argentino elige vivir.

Pasamos de kilómetros de vías abandonadas y rotas a vías renovadas por las que ahora sí pasa un tren. Pasamos de pueblos que habían quedado en silencio a pueblos que volvieron a latir con fuerza. Pasamos de la resignación a la esperanza; de la desidia al juntos; del “acá no se puede” a la emoción de ver que lo estamos logrando.

De eso se trata cambiar, de hacer posible todo lo que nos habían dicho que no se podía hacer. No es lo que vinimos a hacer, es lo que tuvimos que hacer porque no estaba hecho. Y porque dijimos basta, porque ya era hora de arremangarse y empezar a torcer el curso de la historia. Estamos saliendo adelante, y lo estamos haciendo entre todos. Los ejemplos sobran. El Belgrano Cargas, por su parte, ya tomó velocidad y a su paso va despertando pueblos y ciudades.

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