domingo, 22 de abril de 2018

El Nacimiento de Vela

Con la llegada del ferrocarril, nació Vela
Sucesos notables en la historia de Tandil
Por Juan Roque Castelnuovo.

   Todo comenzó con la llegada del Ferrocarril del Sud, cuando el año 1885 corría.

El apeadero que entonces se intercaló entre las estaciones López y Pilar (nombre primitivo éste de lo que es hoy el pueblo de Gardey), fue denominado Vela, a modo de reconocimiento a la tradicional familia de ese apellido, por haber donado los terrenos donde se construyó el mismo.
La referida estación, quedó ubicada a una altura de 222 metros sobre el nivel del mar, superando en 44 metros a su similar de Tandil.
Alrededor de 1890, los terrenos que circundaban el lugar asignado para llegada y partida de trenes, pasaron a ser propiedad de Vicente L. Casares, quien decidió efectuar el primer fraccionamiento de tierras en la parte sudeste del sector ferroviario, denominando al lugar “Centro Agrícola María Ignacia”.

De allí las distintas denominaciones con que se conoce a este pueblo: Vela o María Ignacia. La primera casa de material que se construyó, fue la conocida como “La Blanqueada -en la esquina sud de la avenida Tandil y calle Uriburu- propiedad del español José Fernández, quien instaló allí un negocio de venta de comestibles y bebidas, que funcionaba también como correo del pueblo.

La mayoría de las viviendas eran, entonces, de “chorizo” -barro y paja- y por esa época y poco antes de comenzar este siglo, el vecindario encaró la construcción de un templo religioso. Y como los fondos reunidos no alcanzaron, la estructura quedó sin ventanas, puertas y pisos, durante varios años; lapso durante el cual, se declaró una epidemia de viruela en el pueblo, convirtiéndose la futura iglesia en lazareto, donde muchas víctimas murieron a causa de esa peste.

Reservada una manzana de terreno para plaza, durante años fue un vulgar pajonal. Desprovista de cerco y de todo plantío, pastaban allí vacas y caballos. Y tal como había ocurrido hasta poco antes en la plaza principal de Tandil y en otros terrenos aledaños a la Casa Municipal, habitaban allí numerosas colonias de vizcachas, cuyas madrigueras, con sus intrincadas galerías de comunicación, se extendían a las partes altas de la población, especialmente en torno a la estación ferroviaria y al lugar llamado entonces “la loma”.

En cuanto a los hábitos de vida del pueblo, no eran muy diferentes a los de ningún otro de esa época. En cuanto a diversiones, por ejemplo, las de mayor atracción popular fueron, sin duda, las romerías españolas, que se realizaron en la plaza principal, cuando ésta fue, por ese motivo, convenientemente adecuada.

Allí se levantaban cobertizos, especialmente construidos, donde se vendían bebidas, masas y toda clase de baratijas. A lo que se sumaba la actuación de conjuntos musicales, exhibicionistas, titiriteros, etc.

Este tipo de fiestas se realizaban anualmente y congregaban no sólo a la gente de Vela, sino también a quienes llegaban de varias leguas a la redonda.

Otro de los festejos sociales destacados, por entonces, eran los actos que todos los 14 de julio realizaba la colectividad francesa para celebrar el aniversario de su fiesta patria, los que culminaban con un gran baile en el hotel Cusin.

La falta de diversión y la belleza excepcional de la propietaria de un despacho de bebidas ubicado en Belgrano y Sarmiento -como en Tandil ocurría, a la sazón, con ‘La Flor de los Gaucha”- lo convertían en el lugar más concurrido. Se decía que su dueña era la más bella mujer en cincuenta leguas a la redonda” y se la conocía como “la EstreIla del Sud”. 

Su hermosura creaba un clima expectante que muchas veces despertaba pasiones, tan repentinas como fugaces, tan ingenuas como insensatas. Campesinos y reseros formaban su habitual clientela, influidos por los hechizos seductores de tan agraciada pulpera.

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