lunes, 4 de diciembre de 2017

La Vida de un Ferroviario


La vida de un ferroviario

BAHIA BLANCA 3 Dic(LNP).-Darío Temperini trabajó casi 50 años en el ferrocarril. A los 16 años entró en los talleres de Remedios de Escalada. Su padre, su abuelo y sus tíos fueron maquinistas.
—Me quedé con bronca porque me faltaron 4 meses para cumplir los 50 años en el ferrocarril —dice Darío Temperini.

A los 89 años Darío mantiene intacta su pertenencia al ferrocarril. Su pasión le nació de su padre y de su abuelo, ambos maquinistas. Todo indicaba que Darío iba a ser ferroviario. A los 16 entró como aprendiz ajustador a los talleres de Remedios de Escalada.

—Era una tradición seguir la carrera de los padres, sobre todo en estos casos del ferrocarril porque era un trabajo grato, se ganaba bien y en aquellos tiempos era uno de los pocos en los que había jubilación. Además, el estudio no estaba al alcance de la clase media.

Tanto cuando dependía de papá como cuando hizo su camino solo, Darío vivió en varios lugares: Darwin (Río Negro), Puerto Madryn (Chubut), El Maitén (Chubut), Olavarría, Remedios de Escalada (Gran Buenos Aires) y la inicial Tandil, donde nació “de casualidad”.
   —El mandato familiar era tan fuerte que todos los hijos varones de mi abuelo fueron maquinistas... Y las mujeres de la familia se casaron con maquinistas.
 
* * *

Darío trabajó en varias dependencias y hasta llegó a subgerente, aunque nunca arriba del tren.

—No me gustaba dejar mi casa. Ya lo había vivido con mi papá.

 —¿Qué es el ferrocarril Darío?

—Fue el vehículo de conexión entre lugares muy inhóspitos y el resto de la sociedad.

La emoción lo interrumpe unos segundos.

—Cuando vivíamos en la Patagonia no teníamos ni televisión, ni radio... agarrábamos algunas radios chilenas. Cuando llegaba el tren era la manera de conectarnos.

—¿Cómo puede contarnos lo que era la llegada del tren a un pueblo en los 40-50?

—La gente se ponía de punta en blanco y se iba a la estación. A ver, cómo decirlo... Ya está: la llegada del tren no era la llegada de un medio de transporte, era un acontecimiento social. Cuando viviamos en Darwin, mamá nos vestía para ir a la estación. Mi padre era una personalidad del pueblo por ser el maquinista del tren.

Y amplía.

—Cuando vivía en El Maitén yo era el jefe de la estación y para el pueblo yo era “el jefe”, pero lo mejor era que mi esposa era “la jefa”. Y así nos llamaban: “El jefe” y “la jefa”.
 
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En la casa de Darío casi siempre hay un “hincha” que le hace 1.000 preguntas y que le pide que saque esos libros, anotaciones, cuadernos, todo lo que tiene Darío para acercarlo al “hincha” a esta pasión del ferrocarril que se le despertó hace 5 años: “Aunque ya de chico en La Plata iba siempre a las estaciones”.

—Ufff... tiene de todo —dice el exbasquetbolista Ariel Scolari, el “hincha” según el cariñoso apodo que le puso Darío.

* * *
—Darío ¿cómo ve al ferrocarril hoy?

La hace simple.

—Nosotros teníamos una gran casa matriz y ahora el ferrocarril es un quiosquito.
Camina por la Estación Sud mientras Emmanuel busca la mejor foto.

—¿Y?

—Me había prometido no entrar más. No venía desde el 93 cuando Menem nos empezó a dejar sin ferrocarril. Pero está linda, eh.
   En la ida y vuelta de su casa del barrio Universitario a la Estación sud charló apasionadamente con el taxista, que también fue ferroviario.

—Darío ¿por qué los ferroviarios tienen esa pertenencia?

Pero no lo explica: abuelo maquinista, padre maquinista, tíos maquinistas, 50 años en el mismo trabajo, cuadernos, libros y más en su casa con la historia del ferrocarril, un “hincha” que lo toma como un manual de aprendizaje, un repaso de 1.000 nombres de compañeros en la charla con el taxista...
 
A Bariloche con Perón y Evita
 
Darío Temperini estaba trabajando en los talleres de Remedios de Escalada cuando se armó el 17 de Octubre de 1945, día del nacimiento del peronismo, cuando obreros fueron a la Plaza de Mayo a pedir por la liberación del entonces ministro de Trabajo.
 
Darío no fue a la plaza. Se definió como socialista. Igual que su padre. Aunque...

—Una vez a mi papá le tocó ir en el tren con Perón y Evita. Iban de Buenos Aires a Bariloche. Él siempre se había manifestado contra del peronismo por su condición de socialista. Pero cuando volvió del viaje con Perón y Evita dijo: “A veces uno habla y critica sin sentido”.

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