viernes, 27 de enero de 2017

Metafora de la Argentina

Colonia Vela, la metáfora de la Argentina que inventó Soriano

VELA BS.As. 27 Ene(Clarin).-Una recorrida por sus calles se convierte en una radiografía sobre lo que el país perdió en 20 años.“El señor Soriano estuvo sentado en aquella mesa del costado, la que da al ventanal”, dice “la patrona” María Cortina, con ese tono de quien cuenta las cosas de memoria. Lleva un vestido con enagua y atado a la cintura, un delantal floreado en el que guarda unos pesos. A los 83 años, María contiinúa la tradición familiar que arrancó con Francisco Cortina, su padre, un andaluz que llegó a la Argentina a principios del siglo XX: “Esto siempre era un mundo de gente, hasta que dejó de pasar el tren”.En la vieja estación de Vela nació el pueblo en 1885, cuando los hermanos Felipe y Pedro Vela donaron las hectáreas al ferrocarril Sud para la construcción de la estación de trenes y el tendido de vías.Un siglo después de su fundación, por obra y gracia de la ficción, María Ignacia Vela pasó a ser Colonia Vela, el pueblo del Gordo Soriano, que reconocen los lectores de No habrá más penas ni olvido (1978), Cuarteles de invierno (1981) y Una sombra ya pronto serás (1990). Como el Macondo de Gabriel García Márquez situado en su nativa Aracataca, o la Santa María de Juan Carlos Onetti, en los estaños del barrio Palermo de Montevideo.“El primer negocio grande que pasamos era una concesionaria de tractores. Más allá apareció un taller donde estaban preparando un auto de carrera y luego un supermercado con dos guardianes y una barricada en la puerta. Las casas bajas, sin jardín, habían perdido la galanura de otro tiempo. Debía ser la hora del apagón porque el único semáforo de la avenida principal estaba sin luz. El ómnibus se detuvo dos veces para dejar pasajeros y cuando llegó a la plaza el chofer me hizo señas para que me bajara. Enfrente había un cine cerrado […]” Así es la Colonia Vela de Soriano en Una sombra ya pronto serás: una novela que anticipó lo que sería el fin del menemismo, en la que retrató a la Argentina de trenes vacíos y pueblos fantasmas.Hoy Vela no es la desolación absoluta, pero nada volvió a ser lo mismo sin el ferrocarril. Sus 7000 habitantes de los años 30 se redujeron a 1800.“Era un pueblo chato, de calles anchas, como casi todos los de la provincia de Buenos Aires”, decía Soriano en Cuarteles de invierno, aquella novela en la que Tony Rocha, un boxeador en el ocaso de su carrera-, y Andrés Galván, un cantor de tangos de popularidad perdida, llegan a Colonia Vela contratados por el gobierno militar para una fiesta cívica.Colonia Vela fue para Soriano la Argentina llevada a la dimensión de un pueblo. En Vela son muy pocos los que han leído a Soriano. La mayoría vio la película No habrá más penas ni olvido, y hasta creen que allí se filmó una parte, pero Vela fue recreado en Capitán Sarmiento. Los inviernos en el pueblo son de escarcha y los veranos, de cosecha. A la hora de la siesta no vuela una mosca en Vela. Lo que nunca falta es viento y tierra.Muy lejos de Argentina, en Bruselas o en París, Soriano siempre tuvo presente a ese pueblito de calles polvorientas y recordaba patente la estación del ferrocarril vista a través del ventanal del bar Tito. Hoy son varios los que llegan al bar en busca de la historia de Colonia Vela. María les sirve una caña, un vino o una Coca y la repite una y otra vez, olvidando o agregando algún detalle.“Mucha gente viene de Buenos Aires y otros lados; me preguntan dónde estuvo Soriano, se sientan en la misma mesa, se sacan fotos y se van”, dice María Cortina, mientras se acomoda el pelo y sonríe para la foto.

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