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domingo, 17 de marzo de 2019

El maquinista

El maquinista: pasó 41 años en trenes y ahora los construye a escala

MENDOZA 17 Mar (Los Andes).-Victorio Maccari (81) realiza exactas reproducciones de locomotoras con sus manos, sin recurrir a modelos o buscar en internet.    

El maquinista: pasó 41 años en trenes y ahora los  construye a escala Codiciados. Muchos buscan a Victorio para comprarle sus trenes pero él los guarda para su familia. José Gutiérrez / Los Andes

Victorio Maccari (81) realiza trenes a escala. Con martillo, destornilladores, sierra, lima y pinzas trabaja en el garaje de su casa en Las Heras durante horas. Su mujer Adela Binato (79) lo acompaña de vez en cuando con unos mates mientras tiende la ropa o prepara la comida.

Gracias a su paciencia y dedicación el ex ferroviario logra que las planchuelas y elementos de ferretería vayan tomando forma hasta transformarse en las piezas que le servirán para ensamblar y darle vida a las pequeñas máquinas que va creando.
   José Gutiérrez / Los Andes

Dice que no usa ningún modelo para imitarlas. Que le fueron suficientes sus 41 años trabajando como maquinista para tener una idea exacta de las dimensiones y los colores. Que no sabe emplear la computadora, ni el celular para buscar algún detalle que no recuerde y por eso para construir sus trenes solo le bastan las manos y la memoria.

El jubilado asegura que aún conserva fotografías mentales de los espacios y motores que tuvo que desarmar cada vez que había que repararlos o mejorarlos. Su entusiasmo por los trenes no tiene límites. Es algo que lleva en la sangre.

Su padre y sus seis hermanos también fueron ferroviarios. Algunos trabajaron como conductores, otros como carpinteros y mecánicos y otros como jefe de máquinas. Victorio pasó por todos los rubros y estuvo más de la mitad de su vida arriba de alguna locomotora. Habla sobre nombres, fechas y lugares como una enciclopedia.

Por sus conocimientos fue invitado más de una vez a charlar en las escuelas y exhibir sus maquetas. “Empecé a construir trenes para dejar una huella de mi vida”, sintetiza.

Ese es el legado que quiere regalarles a sus nietos y bisnietos. En el comedor de su hogar tiene montada una estantería que contiene cuatro réplicas de máquinas de distintas épocas.

Una locomotora con la tecnología de 1914, otra de 1923 y dos más modernas, una de 1960 y otra de 1981. Esos diseños abarcan gran parte de la historia ferroviaria argentina y sin duda resultan atractivos juguetes para los más pequeños.

Muchos adultos también se han sentido tentados en quedárselos. Hasta su vivienda en el barrio Infanta Mercedes de San Martín se han acercado en varias  oportunidades extranjeros o representantes de sindicatos u organizaciones sociales ofreciendo un monto muy alto por la colección de sus maravillosas locomotoras.

Sin embargo, Victorio fiel a su voluntad ha preferido no ponerles un precio. “No me he negado a prestarlas y mostrarlas pero estas máquinas son para mi familia”, dice. 

Cuando conoció a Perón

La primera anécdota que Victorio recuerda de un tren es cuando tenía 9 años. El 8 de abril de 1947 Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte visitaron la provincia. Los diarios de la época contaban que fueron invitados por el gobernador Faustino Picallo para participar de la Vendimia y de una serie de inauguraciones.
   José Gutiérrez / Los Andes

El mandatario y su esposa viajaban en el tren presidencial. No era la primera vez que Perón visitaba Mendoza, pero sí que lo hacía ocupando la investidura de Presidente. Tras un acto multitudinario en la plaza Independencia, terminó su recorrido en Palmira, San Martín, donde vivía Victorio.

“El Presidente y la primera dama arribaron en una Atlántida Francesa para inaugurar la fábrica de conservas Noel. Esa empresa hacía dulce y salsa y sacaba decenas de vagones de productos por día para vender en el país”, cuenta el ex ferroviario.

“El tren venía tirando juguetes en el trayecto. Era largo, llevaba dormitorio y comedor. Tenía los vidrios redondos. Estaba todo Palmira esperándolo. En ese tiempo éramos pocos y solo familias con ferroviarios. No había muchas empresas. Cuando paró nos subimos con mis hermanos y amigos al último coche. En el de enfrente estaba Perón sentado en un escritorio y Eva en un sofá.

Los custodios nos pedían que nos bajáramos porque nos íbamos a accidentar”, continúa relatando.

“En ese tiempo no teníamos zapatillas. Usábamos alpargatas y queríamos participar de los campeonatos Evita. Entonces entre los chicos del barrio con los que me juntaba habíamos escrito una carta pidiéndole que nos ayudara y se la echamos por debajo de la puerta del compartimento en el que viajaban. Mucha gente hizo lo mismo.

Como al mes nos llegó una encomienda con camisetas, zapatillas y pelotas nuevas. A mi vecina le mandaron una máquina de coser”, dice.

“Mi hermano Domingo era muy metido. Tenía 12 años y se había empecinado en conocer al General de cerca.Cuando estaba en el local de la Unión Ferroviaria en una tarima hablándole a los trabajadores, se subió hasta ahí y lo agarró de la mano. Perón, en vez de rechazarlo, pidió que se quedara y estuvieron juntos durante todo el acto. Nunca voy a olvidarme de ese momento”, asegura y en 1996 construyó una réplica de ese tren. 

Media vida sobre rieles

Tras un periodo de aprendiz, a los 17 años Victorio ingresó como aspirante a conductor. En ese entonces la red ferroviaria nacional, estatizada 8 años antes, contaba con 47 mil kilómetros de extensión. Por los rieles de la provincia transitaban 24 trenes diariamente.
    José Gutiérrez / Los Andes

“Se trasladaba madera desde Misiones y desde Buenos Aires se traían alimentos en grandes bolsones que desembarcaban en Gutiérrez”, indica el apasionado maquinista. Pasaron los años y Victorio alcanzó su meta.

Pudo convertirse en conductor  y manejó trenes movidos por empuje hidráulico, impulsados por motores mecánicos y locomotoras eléctricas. Hasta que a mediados de los 90, la empresa pública Ferrocarriles Argentinos fue privatizada y desmantelada, forzando a sus trabajadores a retirarse, incluido Victorio que fue expulsado 15 días antes de jubilarse.

“Fue muy duro y difícil para mí. Aún estoy en juicio por ese tema. Los conductores nos jubilábamos a los 55 años porque trabajábamos 14 horas por día pero después modificaron la ley. Tuve que salir a trabajar como metalúrgico. Me dediqué a la herrería y en mis tiempos libres comencé a armar las primeras maquetas”, concluye quién encontró una forma creativa de remediar la pérdida que significó en su vida no volver a estar relacionado con los trenes.

Durante la Guerra de Malvinas

En 2007 Victorio cristalizó una de sus réplicas más bonitas: una locomotora diseñada en 1981 en Estados Unidos por General Motors. Sobre esa máquina se trasladaron tanques modificados en talleres de Mendoza para la Guerra de Malvinas.
   José Gutiérrez / Los Andes

“Una empresa industrial local trabajó a pedido de los militares para reemplazar las ruedas de oruga por goma. En la islas había barro y sin este cambio no funcionaban”, explica.

“Me vinieron a buscar y tuve la misión de trasladar los tanques que salieron de la provincia rumbo a Bahía Blanca en donde los subirían a un avión derecho a las islas. Sobre los vagones los tanques iban tapados con lonas verdes y no se veían. Es difícil olvidar esa noche que arrancó a las 21 porque no podíamos negarnos. Fue un largo camino y no quería saber nada con los militares, pero no tenía opciones”, comenta sobre ese momento de locura y violencia por el que pasó el país.

Detallista

Cada maqueta pesa alrededor de 25 kilos, dependiendo del modelo. Están construidas con hierro, chapa, madera y tienen piezas de plástico, goma y cuero.

Algunas partes han sido soldadas y otras, remachadas. La pintura reproduce los colores de las máquinas originales. El nivel de detalle es muy preciso.

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