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martes, 24 de julio de 2018

Constitución: el reloj público

Constitución: el reloj público

CAPITAL FEDERAL 24 Jul(Clarin).-El reloj testigo de un gran edificio público no es el único modo de cronometrar esa sucesión que requiere de la precisión cuantitativa, pero indica algo crucial: la devaluación alegórica del valor de la vida pública.
El antiguo reloj de la estación Consititución volvió a funcionar. FOTO JORGE SANCHEZ

El reloj detenido durante décadas en la Estación de Constitución volvió a funcionar ahora.

Por supuesto el reloj testigo de un gran edificio público no es el único modo de cronometrar esa sucesión que requiere de la precisión cuantitativa, pero indica algo crucial; la devaluación alegórica del valor de la vida pública.

Era, es, un reloj abierto hacia una plaza que no anduvo y que en su petrificación era invisible.
Puesta en valor de los relojes de la estación Constitución. Foto: NESTOR GARCIA.

El asunto es muy interesante. En tanto se paralizan los relojes públicos, el tiempo -en un sentido- podría ser concebido como un flujo social inútil, no percibido y que en su parálisis es irrelevante. Era el de Constitución un tiempo expuesto y abierto que no pasaba, que estaba muerto y, desde un punto de vista metafórico, todo transcurría sin que importara exactamente cuándo.
Puesta en valor de los relojes de la estación Constitución. Foto: NESTOR GARCIA

Los relojes personales no estuvieron detenidos. De a uno supimos medir el tiempo. Pero uno no es sólo uno mismo, sino uno en relación con los otros, los que van y vienen constituyendo un mismo tiempo conjunto.

Aquellos pleitos inútiles 

Escribió Shakespeare: “Si pudieras entrar en las semillas del tiempo, y decir entonces que semillas germinarán y cuales no…”.

El tiempo germina en sí mismo y alumbra frutos ‘todo el tiempo’. Así, perder el tiempo es un gran pecado. Y lo perdemos de mil maneras, por ejemplo observando y escuchando esos pleitos insectívoros protagonizados por cerebros con antenas que saben percibir lo que es excitante masivamente, pero que son tan huecos como para presuponer que es mejor vencer que escuchar al otro.

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